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Primera Salida de Montaña 2020 – 29 de feb./1 de mar.

Para aún más inspiración en tiempos de cuarentena por COVID-19, les dejamos el relato del ascenso al Cerro Gastón (3.689 msnm.) en el sector de Termas de Plomo por parte de nuestr@miembr@ Francisco Figueroa, que se realizó en febrero pasado.

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Cerro Panamericano – Febrero 2020

Debido a la cuarentena por el COVID-19, tenemos que ser responsables y quedarnos en nuestros hogares. Pero eso no implica que no sigamos pensando que cerros vamos a subir cuando volvamos a la normalidad. Si no tienen alguna idea, aquí les dejamos el relato de nuestros amigues Gastón Fuentes, Scarlette Carlson y Sebastián Mejías de su ascención en febrero al Cerro Panamericano (4.500 msnm.), en el sector del paso Nieves Negras. ¡A inspirarse!

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Volcán San José – Diciembre 2019

Les dejamos el relato de la salida de 5 de nuestr@s miembr@s al Volcán San José, última salida del año recién pasado.

¡Disfrútenlo!

El San José sin duda es uno de los cerros más icónicos del cajón y es imposible no maravillarse con su imponente altura (5856 msnm), llegando a verse desde distintas partes y cumbres, lo que le genera a cualquiera el deseo de siquiera acercarse a sus pies. Este volcán fronterizo se encuentra ubicado en las nacientes del río Volcán, a 45 km al este de San José de Maipo.

Participamos de esta salida Gaby Anríquez, Vale Guevara, Juampi Cajigal, Scarlette Carlsson y Chuchú Vergara. Sin embargo, llevamos en nuestro corazón a nuestrxs compañerxs que tuvieron que bajarse de la salida <3

Partimos rumbo al cajón el día sábado 28 de diciembre, habíamos acordado juntarnos en las mercedes a las 8:30, y a las 9:20 aproximadamente comenzamos nuestra aventura. En el viaje hacia el Cabrerío nos fuimos cantando algunas canciones en francés que puso el Juampi y las mismas 5 canciones de La Oreja de Van Gogh que nos acompañarían durante todo el viaje, ya que solo alcanzamos a descargar esas antes de que se fuera la señal.

La emoción se sentía! todxs estábamos ansiosxs por los paisajes que nos esperaban, y probar la experiencia de estar a gran altura ya que algunos nunca lo habían estado. Además estábamos nerviosos porque aclimatamos solo una vez en federación algunas semanas antes, así que también íbamos a probarnos a nosotrxs mismxs.

Al llegar, a penas nos bajamos del auto se acercó un chiquillo a decirnos que los estacionamientos había que pagarlos, nosotrxs le dijimos que no teníamos idea de eso, entonces nos dijo que nos haría un precio de 4000 por los cuatro días que estaríamos (para que lo tenga en cuenta quien quiera ir en el futuro). Además nos aseveró que dejáramos la ventana del auto un poquito abajo para que no explotaran los vidrios, lo que nos pareció extremadamente curioso (no lo hicimos xd).

Partimos la caminata que se encuentra al costado del camino vehicular y nos adentramos para rodear el Morro Negro, pasado esto atravesamos el largo Valle de la Engorda hasta llegar al final donde se encuentra la quebrada en la que hay que montarse. La Chuchú que había ido hace un año atrás contaba que en esa quebrada caía una pequeña cascada, la cual este año ya no se encontraba, a lo largo del viaje nos percatamos de las consecuencias de lo seco que fue el año 2019. A pesar de lo seco, el San José nunca dejó de encantarnos con sus paisajes llenos de flora y fauna, de hecho a los pies de la quebrada logramos ver una Perdicita Cojón, y así fue como comenzamos el ascenso en el que estaríamos inmersos por 3 días.

(Volcán San José visto desde el Valle de la Engorda)
(Perdicita Cojón en el sector del Valle de la Engorda)
(Quebrada sur)
(Flora en el sector después de la quebrada)

Desde Santiago que veníamos debatiendo cómo distribuir nuestros días en cuanto a los lugares de campamento: entre equiparar el desnivel y horas de caminata entre los días, o subir lo más posible los primeros días, cosa de descansar y aclimatar el dia anterior a la cumbre. Al final optamos por la primera opción, bajo la opinión de la experiencia de Chuchú, además de las energías y tiempos que disponíamos cada dia.

El primer día estaba despejado y era uno de esos bien calurosos, considerando esto y el peso, decidimos que en el Refugio Plantat cenaríamos y rellenaríamos las botellas de agua, para luego retomar hacia el campamento que se encuentra en el sector de Las Lajas (3500 msnm) y, dependiendo de cómo nos sintiéramos, veríamos si seguíamos hasta el campamento siguiente (4.200 msnm).

El Plantat es muy ameno, el refugio es muy acogedor y las vegas que lo rodean contrastan con la aridez del cerro, dándole un aire especial. La avifauna ronda bastante el lugar, destacando el avistamiento de Chirihue Dorado, Dormilona Fraile y Cometocino de Gay. En el refugio conocimos a un caballero llamado Nelson, quien es muy agradable y dijo pasar cada año nuevo y navidad en el Plantat. También nos encontramos con algunos montañistas que venían descendiendo, y otros ascendiendo. Lamentablemente, el cuerpo de agua frente al refugio se encontraba bastante disminuido respecto del año pasado.

(Dormilona Fraile en el Plantat)
(Cuerpo de agua del refugio Plantat y vegas)

Después de cenar y descansar harto rato, subimos hasta el sector de Las Lajas donde decidimos quedarnos. Cabe señalar que el haber comido y rellenado agua en el plantat fue una buena estrategia, ya que en Las Lajas no había nada de nieve (prácticamente no había nada de nieve en el todo el cerro, solo algunos penitentes y el glaciar), había agua solo en el principio de los acarreos después de Las Lajas, después en el acarreo para comenzar a subir hasta el C1 (4200 msnm), en el C1 (la cual salía turbia) y en el campamento intermedio (4620 msnm). El atardecer fue muy bello, y en la noche se escuchaban los desprendimientos de roca a lo lejos, lo que le hacía sentir a uno su pequeñez frente al mundo.

(Flora en el sector camino hacia Las Lajas)
(Pircas en el sector de Las Lajas)

El segundo día de expedición (domingo 29), inició con buen tiempo, despejado y caluroso. Además, la Scarlette se encontró dos saltamontes dentro de su zapato lo que tomamos como buen augurio. Cabe destacar un gran misterio, el sector estaba repleto de saltamontes! aparecían en cada paso que dábamos, saltaban de un lado a otro y habían de todos los tamaños. También se veían algunas mariposas.

(Saltamontes que estaban en el zapato de la Scarlette, posiblemente apareándose)

Comenzamos a caminar a las 9:30 am hacia el Campamento Intermedio (4.620msnm). Ya habiendo llegado a los 4 mil, comenzamos a notar la altura pero nada fuera de lo normal. El terreno es muy pedregoso, pero de fácil tránsito, exceptuando claro, por la pendiente y el peso en los hombros. Es así como continuamos hasta alcanzar el Campamento 1 (4.200msnm) donde almorzamos y dormimos una siesta larga, el calor en ese entonces era bastante, y desde donde estábamos vimos unos delgados penitentes que sostenían grandes rocas, pudiendo apreciar cómo uno de ellos se deshacía, probablemente debido a las altas temperaturas que se presentaban, dando lugar a una caída de roca y dándonos oportunidad de observar el riesgo del cruce de penitentes que nos tocaba seguir. Ya retomada la caminata, nos montamos en los primeros penitentes, que en comparación a los del año anterior estaban muy disminuidos (testimonio de Chuchú). En ellos no fue necesario el uso de crampones, algunos nos maravillamos por su belleza y otros estaban nerviosos ante el peligro de los desprendimientos. Una vez cruzados, seguimos el ascenso por el lado sur de los penitentes, en donde el sendero se encuentra al pie de una ladera con rocas sueltas.

(Siesta en el C1 a los 4200 msnm)
(Penitentes camino hacia el campamento intermedio)
(Gaby abriendo camino en los acarreos hacia el campamento intermedio)

Luego de 1,5 hrs, logramos asentarnos en el Campamento Intermedio, donde estaban desarmando campamento una pareja. Él nos contaba que se apunó a los 5.600 msnm, y su polola Renata que iba muy bien a los 5.700 msnm, tuvo que bajar para que se devolvieran juntos, y dejándonos bastante en claro que tuvieron que afrontar mucho frío. También nos relató de un grupo de 3 personas que habían subido la noche anterior, logrando hacer cumbre sólo dos de ellos, porque al congelarse uno de los párpados del tercer integrante, éste debió bajar. Es así como comenzamos a discutir acerca de la hora de salida de nuestro tercer día hacia la cumbre. Si salíamos muy temprano, nos arriesgábamos a caminar sin sol muchas horas, y por tanto a bajas temperaturas, pero si iniciábamos muy tarde, el riesgo apuntaba a que la cumbre del San José se cubriera de nubes, lo que también pondría en riesgo nuestro objetivo. Las últimas luces del día nos despidieron con un hermoso atardecer y alguna que otra Dormilona Cenicienta que rondaban el campamento. La mayoría nos dormimos temprano, expectantes a lo que se vendría al día siguiente.

(Campamento Intermedio a los 4620 msnm, atrás a la derecha se ve el acarreo hacia el C2)
(Últimas luces en el Campamento Intermedio (4620 msnm))

Tercer día de expedición (lunes 30) y sonaron los despertadores cercanos a las 4 am, logrando iniciar el camino a eso de las 5:30 am. No corría viento ni estaba muy helado, por lo que las condiciones eran buenas, todos habíamos dormido bien y el primer acarreo nos esperaba. Logramos terminarlo luego de un poco más de 1 hr, ya pudiendo apagar las frontales y con una vista preciosa del amanecer en el Campamento 2 (4.800msnm). La Gaby, debido al frío en sus manos, decidió dejar sus bastones cerca del inicio del trayecto con el propósito de recogerlos al regreso de la jornada… decisión que más tarde nos daría risa por la seguridad con que lo hizo, cuando en general es una persona indecisa y habiendo existido la posibilidad de guardarlos en su mochila (xd).

A los 4.800 metros, la altura se hacía notar para la mayoría de nosotros, cada paso requería concentración, respirar, paso, respirar, paso… parar a hidratarse… obtener energía. Las perspectivas iban mutando a un horizonte cada vez más amplio, de fondos de montañas vistas ahora desde arriba, dando lugar a sensaciones nuevas, que se combinaban con emoción y cansancio, en el inconsciente de los más cansados y tal vez consciente de los más enérgicos, donde el cuidado entre nosotros eran asunto central del momento consciente.

(La vista pasado el C2)
(Pasado el C2)

Una vez en el campamento de los 5.100 msnm valoramos el acto de acampar en ese sector, y observamos el cruce del glaciar y el cono truncado que tendríamos que ascender posterior al cruce del glaciar, después de los cuales el desnivel faltante sería menor.

El llegar hacia el cruce se hizo un poco eterno, se veía al lado pero no era así. Cuando estábamos llegando hacia el cruce nos debatimos si subir más y evitar el glaciar o atravesarlo, al final decidimos lo segundo, así que nos pusimos los crampones y la chuchú fue abriendo el camino.

(Llegando al final del cruce del glaciar para empezar a ascender hacia el cono truncado)

Pasado el cruce del glaciar miramos el camino hacia el cono truncado y pensamos que no nos tomaría mucho, pues se veía corto, sin embargo esa subida fue el momento de mayor esfuerzo físico y mental de la jornada. Empezada la caminata el grupo se separó en ritmos de marcha, debido a que algunos se encontraban más afectados que otros por la altura, sin embargo, los más rápidos esperaban a los más lentos cada cierto tiempo. Después sabríamos que varios de nosotros sosteníamos el ascenso motivados por nuestrxs compañerxs, y que secretamente, estábamos a todo dar, atentos hasta qué punto era posible continuar, fue chistoso porque después hablamos sobre este momento y todxs estábamos tirando la toalla en nuestra cabeza, pero nos manteníamos caminando igual como zombies. Después de ascender al Cono Truncado la inspiración y energía volvió al cuerpo, y todo fluyó anímica y físicamente entre nosotros para alcanzar la cumbre!

Renovación de energías junto al tecito con miel! El compañerismo del grupo fue notable, sin el cual quizás varios no habríamos llegado. El buen ánimo se contagiaba. Destacó la compañía de Vale, que fue crucial para el ascenso de Gaby desde el último tercio del cono truncado (narrador de estas frases escribiendo), quien veía cómo el grupo cada vez iba más lejos y ella estaba apenas con la altura, física y anímicamente. Y también destacó el buen ánimo de Scarlette, única no afectada por la altura, inyectada de energía, y de Chuchú, quienes nos animaban a seguirlas cuando nos esperaban, transmitiéndonos alegría con sonrisas y gritos de ánimo, con una precisa, efectiva y posiblemente casual estrategia de partir inmediatamente cuando las alcanzábamos, alentándonos a seguirlas y no enfriarnos. Y Juampi, siendo veloz, esperaba y conectaba al grupo de apertura y cierre, también dando ánimos con su presencia, desde las colinas. Desde la cima del Cono truncado el viento aumentó, sin embargo para encontrarnos a los 5.600-5.700 de altura no podíamos contar con mejor tiempo! La Scarlette llevaba equipo de muestreo de bacterias y variables fisicoquímicas para su laboratorio! (en toda la subida fue tomando muestras, del glaciar, del cono truncado, del cráter, etc.). Dentro de su equipo se encontraba un termómetro con el que tomaba la temperaturas! ahí nos dábamos cuenta de la diferencia de temperatura en comparación al año pasado, la que más nos llamó la atención fue que a los 5100 msnm sin viento hacían 5 grados.
Cuando llegamos al cráter todxs estábamos como zombies menos la Scarlette, quien tomó el liderazgo y nos alentó a seguir el último tramo que quedaba, así que se fue abriendo el camino hacia la cumbre. Es probable que este haya sido el momento de más estrés para ella, ya que el camino hacia la cumbre internacional es bastante expuesto y nostrxs íbamos a penas, y nos gritaba que no nos fuéramos tan cerca del cráter a lo que obviamente ningunx escuchó, hasta que la Chuchú se cayó (no hacia el cráter por suerte :D) y de ahí nos alejamos un poco de la orilla del cráter.

Cuando llegamos a la cumbre nos abrazamos unx a unx, y admiramos lo gigantesco del cráter, lo habíamos logrado! No había ninguna sola nube en el cielo, y el viento y frío estaban bastante soportable, era como si todo se hubiese sincronizado para que ese día estuviéramos en ese lugar, así que en nuestros suspiros se oían las gracias por poder estar ahí.

(Cráter del volcán San José)

A medida que bajábamos se nos iba pasando la puna y podíamos de a poco volver a hablar normal y reírnos. De vuelta en el campamento llegamos a echarnos y no movernos más, no podíamos dejar de soltar quejidos de dolor corporal. La gaby fue la última en llegar porque no encontraba sus bastones que había dejado al comienzo del ascenso, al final lo habían tomado unos chiquillos que habían llegado ese día al Campamento Intermedio y se los devolvieron (así que no se preocupen fiscalizadores de NDR jeje). Comimos y nos dormimos al tiro, al día siguiente nos esperaba la bajada, así que acordamos que saldríamos temprano para llegar temprano a ducharnos y arreglarnos en nuestras casas para el año nuevo.

Cuarto día de expedición (martes 31) y último, como era de esperarse salimos más tarde de lo planeado. Empezamos a bajar tipo 10:50 am, la bajada fue muy tranquila, excepto por la pasada por los penitentes, pero una vez superado ese tramo, ya todo era felicidad de haber llegado a la cumbre y estar camino a nuestras casas con mucho que contar y celebrar.

(Descanso a la bajada en el sector del C1)

Llegamos a Plantat y mientras esperábamos que llegaran los que faltaban, conversamos con don Nelson que nos contaba que él creía que las condiciones que se dieron no volverían a repetirse en años, lo que nos confirmaba que estuvimos en el momento preciso. Mientras, también escribíamos en el libro de visitas.

(De vuelta con la cumbre lograda, hasta pronto San José y gracias!)

Partimos del Plantat tipo 16 pm, y llegamos a los pies de la quebrada tipo 18 pm, lo que no teníamos previsto porque se suponía que estaríamos en el CabrerÍo como a las 17 pm. Lo anterior tuvo como consecuencia que cuando nos tuvimos que enfrentar al cruce de río, cuyo caudal de ida era pequeño, ahora de vuelta fuera casi imposible pasar por lo feroz de la corriente. Al principio el único que pudo pasar fue el Juampi, e intentamos tirar rocas (el Juampi desde un lado del río y nosotras desde el otro) muy grandes y pesadas que nos costó mucho mover, y que el río se las llevaba como si nada. Estuvimos un largo rato craneando cómo pasarlo, hasta que encontramos un lugar al que podíamos saltar. Primero saltó la Vale, luego la Chuchú, después la Scarlette, y por último la Gaby, quien primero nos lanzó su mochila y después saltó ella. Superado eso, íbamos muy tarde, así que le pusimos toda nuestra energía al último tramo para llegar al Cabrerío. Cuando llegamos al auto (no le había pasado nada a las ventanas jajaja) empezamos a ordenar nuestras cosas, y de repente vimos a la Gaby correr, así que miramos y estaban la Su y la Daisy que iban a pasar año nuevo al Valle de la Engorda, fuimos a saludarlas y conversamos un rato, después de eso, comenzamos el viaje de retorno a nuestras casitas. A medida que se anochecía se cerraba un año lleno de experiencias fantásticas, de recuerdos hermosos, y de nuevos lazos bacanes. Y obvio que a la vuelta nos fuimos escuchando y cantando La Oreja de Van Gogh, y ahora con señal también a… Chayanne.

(Casi a los pies de la quebrada, inocentes sin saber lo que nos depararía el río)
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Expedición Cerro Castillo

Les dejamos el relato de nuestro compañero Gastón Fuentes que narra la expedición a Cerro Castillo que se desarrollo entre los días 20 de diciembre del 2019 y 3 de enero del 2020.

Integrantes de la expedición:

Martina Monckeberg

Felipe Ortega

Sebastián Mejías

Alonso Fernández

Ariel Alvéstegui

Gastón Fuentes

Relato: Gastón Fuentes

Fotos:   Sebastián Mejías –  Martina Monckeberg – Gastón Fuentes

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Expedición Olivares – Ramuch 2019

Durante enero 2019, el grupo conformado por Ximena Noriega, Nicolas Álamos, Rodrigo Parra y Ariel Alvestegui, se internaron por ocho días en el gran valle de Olivares donde alcanzaron, entre otros, la cumbre del Cerro Bahamonde.

A continuación el relato completo de la expedición:

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Relato ascenso Cerro Ipar Tontorra (3623 msnm)

Durante los días 13 y 14 de julio, nuestros compañeros Gastón Fuentes, Stephano Novani, Ximena Noriega y Arturo Alvestegui, se internaron por el Estero del Ingenio hasta alcanzar el punto mas alto del Cerro Ipar Tontorra.

A continuación, el relato completo:

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Cerro El Toro (3081 msnm)

Los días 18, 19, 20, y 21 de mayo del 2019, nuestros compañeros Gastón Fuentes, Gabino Reginato, Ximena Noriega, Sebastian Cofré, Arturo Alvestegui y Tamara Riviera, realizaron un exitoso ascenso al Cerro El Toro (3081 msnm) .

A continuación, el relato completo:

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CERRO PROVINCIA – CARA ESTE DESDE ESTERO COVARRUBIAS.

Nos juntamos un día con Nico y Xime a almorzar en mi casa, cuando el amigo propone esta idea que ya tenía cerca de un año en su mente. Sólo estaba esperando la primera nevada y cordadas de su confianza para emprender la tarea. Hizo la travesía Covarrubias – Manzano en invierno del año pasado y quedó maravillado por las caras “este” que muestra la Sierra de Ramón, particularmente la del Provincia. A los pocos días me manda una foto de dicha cara precisamente tomada en esa travesía, donde se mostraba bellísima, totalmente nevada y con una gran línea de farellones custodiándola, con la cual terminó de convencerme de que lo intentáramos. Hice un track en Google Earth y se lo envíe.

Increíblemente Nico trazó la misma ruta. Con esa conexión la motivación no podía sino estar altísima. También se unió Rodrigo (quien guardó dicho track en el in reach) mientras que otros compañeros (que en un principio también irían como también aquellos que se estaban sumando el día anterior) por diversos motivos se fueron bajando. Así que éramos los cuatro.

Esa semana, particularmente el jueves en la madrugada, en Santiago llovió a cántaros. El viernes en la mañana la sierra estaba nevada desde los 1800 metros aproximadamente e iluminada por un sol radiante. Sin embargo, en la tarde las nubes cubrieron el cielo, y una vez que oscureció, la lluvia se dejó caer otra vez, lo cual significaría más acumulación de nieve en la montaña. Algunos pronósticos mostraban que precipitaría el sábado, mientras que otros lo descartaban por completo. Así empezaron las indecisiones de esa noche por whatsapp, si es que acaso sería o no prudente ir, en constante evaluación de los riesgos, principalmente de avalanchas y teniendo en consideración que la cantidad de nieve podría hacer inviable la marcha. A las 10:30 pm nos decidimos: listo, vamos. La idea era evaluar en terreno las condiciones, hacernos una idea visualmente desde la aproximación y dependiendo de lo que apreciamos optaríamos por intentar la Cumbre, o bien, como plan B, seguir hacia el Manzano mediante la travesía. Quedamos de juntarnos a las 8:30 en metro Manquehue.

A poco de salir de nuestros respectivos hogares, Xime nos escribe de que no partiéramos aun, porque su despertador no sonó y llegaría evidentemente atrasada. Pero a las 9 ya estábamos los cuatro reunidos en el punto de encuentro para tomar la micro, en medio de un cielo que de a poco fue abriéndose y dejando ver la Sierra impresionantemente nevada a partir de los 1200 metros aproximadamente. Pasamos a la Shell que está al inicio del camino a Farellones (donde aproveché de pedir una cuchara, pues se me quedaron los cubiertos), y después nos fuimos a la orilla del camino a hacer dedo. Prontamente pasaron dos vehículos, cuyos choferes gentilmente nos llevaron al cruce de La Ermita. Desde allí caminamos un poco y nuevamente nos llevaron a dedo hasta el km 3. El paisaje estaba muy bonito, la nieve cubría la vegetación, la humedad se sentía en el ambiente, y ya visualizábamos la quebrada por donde baja el estero Covarrubias. Así, luego de casi 2 km llegamos al punto donde supuestamente estaría el cuidador del fundo y a quien deberíamos convencer de dejarnos pasar. Nadie había. Así que simplemente nos metimos al claro sendero a seguir nuestro camino. Este transcurre por la ladera oriente y bastante metros más arriba del Estero Covarrubias.

A medida que avanzábamos obteníamos las primeras vistas de los filos que descienden desde el Provincia, resguardados por enormes, continuos e infranqueables farellones. Un poco más adelante se erigía el que ascenderíamos, cortado en un punto precisamente por aquella línea de farellones. Creo que en cada parada no dejábamos de mirar hacia allá y compartir nuestras ideas.

Pero antes de todo eso debíamos solucionar otra cosa: buscar la forma de bajar al Estero Covarrubias, encajonado y custodiado por sendos precipicios. Pasamos por una quebrada por cuyos bordes parecía factible descender, pero aun nos dejaba lejos del filo que pretendíamos subir, e implicaba remontar el estero sin saber que nos esperaba entre sus paredes. Por ello es que continuamos hasta quedar a unos 300 metros de Casa de Piedra, justo antes de adentrarnos en otra quebrada que va en dirección al Covarrubias. Allí nos detuvimos a comer y pensar acerca de qué hacer. Vimos otra posible bajada, que implicaba pasar la quebrada, traversear un poco y llegar a un punto del que no teníamos claridad como continuaría, si acaso serían las paredes rocosas del estero o bien una suave pendiente camino a sus orillas. En fin, decidimos regresar a la quebrada anterior. Sin embargo, a mitad de camino vimos el Covarrubias, en una zona que parecía levemente más amplia pero que aún nos dejaba la incertidumbre de si se podría llegar a él y remontar la ladera contraria, que a lo lejos parecía bastante inclinada.

Ese fue un momento decisivo, y por cierto que las opiniones estaban divididas en un principio. Sabíamos que, si tomábamos esta opción, entonces descartábamos la otra, y si no podíamos bajar además no habría travesía (dada la hora, pues eran las 3 pm) y haríamos el Terremoto (el cerro). Tomamos la decisión de jugarnos por esta opción. Descendimos unos 100 metros y empalmamos con una huella de animales que para nuestra suerte en pocos minutos nos llevó directamente al cauce del estero. El lugar era maravilloso. Las cristalinas aguas bajaban tranquilas, y dejaban espacio preciso para poner las carpas. A pocos metros volvían a caer, formando bellos pozones para pronto perderse nuevamente en el cañón. Y la ladera contraria no tenía la inclinación que desde arriba pensamos. Algunas huellas de animales permitirían subirla con comodidad.

Estábamos muy contentos de estar allí, en un lugar precioso, donde solo escuchábamos el sonido del agua y de las aves. Dejamos las mochilas y partimos a explorar por una bella quebrada que descendía desde los farellones del Provincia, con el fin de obtener una vista lateral del  filo, puesto que nuestra gran incógnita era si acaso tenía continuidad o bien se cortaría abruptamente. Tras unos 30 minutos y después de montarnos un poco en una ladera, pudimos ver ese tramo del filo que nos dejaba la siguiente perspectiva: Una vez que remontemos unos 500 metros la loma que nace desde el estero, llegaríamos al filo, para luego continuar por él hasta un morro rocoso que daba la impresión de que implicaría trepar en algunos puntos.

Desde allí, el cambio fue notable, puesto que el filo no parecía tener la continuidad deseada. Casi no tenía nieve, seguramente debido a su verticalidad, y había varios gendarmes que sortear. Ese era un tramo ciego en la fotografía que utilizamos para trazar nuestra ruta. Si lográbamos pasar eso, tendríamos que buscar la forma de adentrarnos a un canalón que llegaba a una vega (ahora cubierta de nieve) donde este se abría y parecía disminuir la dificultad. O sea, la clave era superar la parte abrupta del filo y montarnos al canalón.

Volvimos al lugar de campamento a armar las carpas, cada cordada instalándose en un lado del estero (era La forma posible). Xime y Nico al poniente del estero, y con Rodrigo al oriente del mismo. Luego nos juntamos en una roca a comer algunos aperitivos, tomar té y conversar, donde la palabra más repetida seguramente fue “continuidad”, en alusión al filo que vimos y que nos dejaba con bastante incertidumbre de si podríamos pasarlo. Ya eran más o menos las 6 de la tarde y estaba oscureciendo, bajando notoriamente la temperatura. Nos fuimos a las carpas a seguir con las actividades culinarias. Acordamos partir a las 6 am. A las 7 pm Nico y Xime estaban listos para dormir, mientras que con Rodrigo nos dispusimos a ello a las 8:30 pm, aunque por mi parte, no sin antes ver decenas de veces la foto que había tomado, comparándola con la que utilizamos para planificar nuestro ascenso.

Con Rodrigo dormimos de corrido hasta las 4:30 am, cuando sonó el despertador. En la otra carpa Xime y Nico no tuvieron la misma suerte, sobre todo Nico, a quien se le desinfló la colchoneta a poco de empezar a dormir. Preparamos el desayuno, empezamos ordenar las mochilas y desarmar las carpas. Si bien había un poco de escarcha en el cubre techo, no hacía tanto frío como habíamos previsto. Fuimos bastante puntuales y a las 6 am estábamos prácticamente dispuestos para salir. Con Xime y Nico esperamos a Rodrigo, que, si bien fue el primero en estar listo con casi todo, estaba buscando sus guantes y poniéndola la frontal al casco. En efecto, para estar los cuatro reunidos solamente tenía que dar un paso en una parte angosta que no debía superar el metro. En eso, pone su pie sobre la roca y pasa lo inesperado: resbala, cayendo de pie en un pequeño pozón, y tardando un par de segundos en reincorporarse para salir. Recuerdo claramente como el Nico con su agilidad mental y una mirada casi inexpresiva inmediatamente me dice “hasta aquí llegó el cerro”. En verdad los tres estábamos un poco atónitos de que haya pasado eso en un paso donde las probabilidades de caer eran bajísimas. No dijimos mucho, y simplemente nos enfocamos en buscarle una solución. Saqué una toalla para que se secara los pies, Rodrigo sacó unos calcetines secos y Xime le pasó unas bolsas para que usara entre los calcetines y sus zapatos que se encontraban empapados de agua. Finalmente, acordamos continuar, con el compromiso obvio de que nos dijera si tenía los pies muy helados y necesitaba bajar. Después nos contaría que no se le pasó por la cabeza abortar la salida, sabiendo que tenía muchos calcetines, que habría sol y que es el menos friolento del grupo.

Eran las 6:30 am cuando empezamos a caminar. Subimos los primeros metros, nos adentramos en un bosquecillo y rápidamente salimos a la ladera que después de 500 metros de desnivel nos dejaría en el filo. Esta ladera en su primera parte tenía unos 35 o 40° sobre tierra escarchada que a la vuelta sería un barrial, por lo que supimos que por ahí mismo sería un tanto dificultoso volver. Al poco andar empezó a aflorar la roca, incrementó la vegetación y apareció la nieve, volviéndose algo más seguro el terreno. Tras una hora y media llegamos al inicio del filo junto con el amanecer, cuando los primeros rayos de luz estaban próximos a regalarnos algo de calor. El paisaje era maravilloso y tornaba a la Sierra de un amarillo intenso, mientras que a lo lejos el Plomo y el Altar parecían desprender sus primeras nubes. Frente a nosotros, y a 200 metros de desnivel teníamos el morro rocoso (que terminamos por llamar El Morro), por lo que luego de un par de fotos del bello entorno, nos dirigimos hacia él a través del filo. En el camino escuchábamos el bello canto de un ave que no conocíamos, que parecía seguir nuestro trayecto posándose en la cima de las rocas, y que al ser gordito y silbar de manera bastante particular, fue tiernamente llamado por Nico como el “gordito silbador”. Desde su base hubo que trepar y caminar alternadamente, a través de bloques de diverso tamaño cubiertos por la nieve polvo que hacía dudar de su estabilidad. Nico iba abriendo, encontrando con buen juicio las pasadas.

Nos juntamos los cuatro en El Morro a mirar lo que se venía: un filo angosto en el cual se levantaban dos prominentes gendarmes, y al final una pared que nos obligaría a traversear de alguna forma hacia el canalón. Todos entramos en disposición de ir hacia lo desconocido, tirándonos buenas energías, bien concentrados y atentos de no meternos a algún lado en que no podamos devolvernos ni continuar sin ponernos en serio riesgo. Estábamos a unos 30 metros del primer gendarme listos para partir, cuando Nico dice “yo creo que se puede por la derecha”, ante lo cual pensé: “weón estay loco”. No se lo dije, pero fue un pensamiento instantáneo. Nos acercamos y todos llegamos a la conclusión que por la derecha era inviable, puesto que el gendarme era de roca porosa, y la abrupta pendiente de piedra tenía otras pequeñas sobre ella, para continuar un par de metros ladera abajo y cortarse hasta quizás donde. Tampoco era viable trepar el gendarme. Nos quedaba mirar por la izquierda. Era la opción que teníamos, y que como fuera, no podríamos asegurarlo, puesto que no había donde poner una anilla o una estaca para instalar un pasamanos. Nico fue a ver qué había, y maravillosamente bien pegado a la roca era posible traversear por la nieve, aunque con una exposición que obligaba a dar cuidadosamente cada paso. Ya casi terminando de rodear el gendarme, Nico y Xime subieron un par de metros para ver si se podía remontar el filo por unas rocas, pero decidieron que no era seguro. Rodrigo siguió avanzando en traverse hasta una especie de canalón que tras unos 20 metros podría dejarnos en la arista. Sin embargo, la nieve polvo impedía adherirse y tornaba resbalosa la roca. Xime estaba un par de metros más atrás probando otra posible subida en una zona de mayor inclinación. En ese instante Nico me pidió la cuerda, e inmediatamente al lado de donde intentó Rodrigo, decidido empezó a subir, esforzándose en cada paso para no caer, a veces arrastrándose para lograr avanzar sobre esa placa cubierta de nieve polvo, que la mojaba y tornaba resbalosa. Hasta que finalmente llegó arriba. A los segundos apareció Xime, que logró sacar su propio tramo luego de cuatro pacientes intentos, con esa mente que a nuestro juicio parece sentir el miedo en grados bastante menores que los nuestros. Nico nos aseguró al cuerpo, y subimos procurando no cargar todo nuestro peso. Ya estábamos los cuatro en la arista, habiendo superado el primer gendarme.

Prontamente nos encontramos con el segundo gendarme, y aquí sí que fue evidente que por la derecha no se podía. Simplemente caía a pique hasta donde no lográbamos ver. Creo que escalar el gendarme ni siquiera se nos pasó por la cabeza., ya que era lisa, vertical, y no podíamos ver que tuviese manos ni pies adecuados. Nos quedaba nuevamente intentar por la izquierda, donde parecía que tras unos metros volvía a caer. Fui a mirar dando lentamente cada paso y de repente sentí una alegría repentina al ver que era posible avanzar al menos unos 20 metros. Después de eso, daba la impresión de que perdía continuidad. En todo caso, la ladera que daba al canalón a nuestra izquierda (aunque en ese punto era más bien una quebrada) ya se podía descender en caso de no poder continuar por donde íbamos, no obstante, a los pocos metros parecía tener un tapón de roca que impediría el paso, así que forzamos lo más posible el traverse. Luego de esos 20 metros me pareció que se ponía peligroso seguir por ahí y les dije a mis amigos que se acercaran, miraran y tomemos una decisión. Optamos por bajar a la quebrada, que estaba a unos 40 metros. A mitad de camino y luego de una rápida conversación, decidimos que Xime y Nico irían a ver el tapón de roca, mientras que con Rodrigo traversearíamos unos metros para luego trepar e intentar llega el punto que antes nos pareció inviable debido principalmente a la precaria nieve, pero que desde la perspectiva que ahora teníamos se mostraba factible. Así, despejando con los guantes la nieve de la roca, me hacía camino lentamente. En los últimos metros la exposición aumentó, pero quedaba tan poco que no valía la pena devolverse.

Una vez allí, en esa especie de hombro, caminé un par de metros y ya se podía bajar tranquilamente a la quebrada sin tener que pasar por el tapón de roca. En ese momento Nico y Xime estaban en la tarea de superar cuidadosamente dos tapones de roca en la angosta quebrada (en vez de uno, como habíamos pensado), que no tenían buenos agarres para las manos, y que además de transcurrir por la roca, lo hacía por nieve polvo sobre tierra escarchada. Me devolví para asegurar a Rodrigo. En el intertanto Xime ya había logrado pasar los dos tapones y Nico estaba esperando la cuerda para superar el segundo. Una vez que mi cordada subió me dirigí donde Nico quien justo logró sacar el paso sin usar la cuerda. Finalmente nos reunimos los cuatro e inmediatamente continuamos, puesto que ya eran las 11 am y el sol iba a empezar a dar directo en la quebrada, lo cual aumentaba la probabilidad de caída de material o alguna avalancha.

De a poco se fue abriendo hasta que llegamos a la vega, torcimos a la izquierda por una ladera con menos nieve y llegamos a un lugar relativamente plano, donde nos detuvimos a descansar, comer y compartir la alegría de sentir que ahora sólo debíamos caminar un poco más y que llegaríamos a la cumbre seguramente en un par de horas. El in reach nos indicaba que, si bien quedaban 3 kms y 500 metros de desnivel, estos transcurrían por terreno sin mucha pendiente. Continuamos la marcha hacia el filo de la izquierda, donde aparece otra quebrada. Traverseamos para meternos en ella sin perder altura, y pronto nos pasamos a la ladera opuesta ya que había menos nieve, lo que hacía más grata la marcha.

Al llegar cerca de su final torcimos un poco hacia la izquierda en franca dirección a la arista del Provincia que conecta con el Ñipa. Quedaba la última pendiente y desde ella pudimos ver el domo, a unos 50 metros y la cumbre unos pocos metros más arriba. Nos dirigimos directamente a ella, llenos de energía y tremendamente felices dando los últimos pasos. Hasta que llegamos, siendo las 1:30 pm. Nos abrazamos, nos dimos el “feliz cumbre”. ¡Habíamos llegado por la Cara Este del Provincia! Nos sacamos la mochila con esa sensación de satisfacción, de haber tomado las decisiones correctas, de haber buenas lecturas del terreno y que como consecuencia de ello hayamos podido subir por esa ruta hasta la cumbre.

Bajamos hacia el domo, y fuera de él pusimos un nylon para sentarnos, cocinamos nuestro almuerzo y derretimos un poco de nieve. Allí estuvimos hasta las 3 pm, comiendo, descansando y conversando.

Empezamos el descenso por la ruta normal camino hacia San Carlos de Apoquindo, donde llegamos a eso de las 6:45 pm. Quizás hubiésemos llegado un poco antes de no ser por las dolorosas ampollas que no me salían hace años. Pero bueno, nada que la posterior celebración en el hogar de Nico, con pizzas, navegado y demases, no haya solucionado.

Así terminó nuestro fin de semana, tremendamente contentos con la ruta que hicimos, de las decisiones, de las confianzas, del grupo y de que la montaña nos permita disfrutar de sus maravillas, de sus rincones escondidos.

Cordadas:

Ximena Noriega – Nicolás Álamos

Rodrigo Parra – Gastón Fuentes

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Cerro Mohai (4368 msnm) – Mayo 2019

Bajando en Marzo del Ingenio con el Nico y el Seba, salió la idea de intentar algunas cumbres del Valle del Mesoncito, en ese entonces, pensamos en el fin de semana del 18 y 19 de mayo, con posibilidad de alargue hasta el 21 de mayo. Cuatro días y seis cerros eran motivo suficiente para pensar en calendarizar una salida deportiva oficial a ese valle.

Ya en la fecha, el clima atmosférico y laboral nos impidió planificar más allá de dos días. Es por ello, que enfrentados a esa situación, las cordadas compuestas por la Gaby y la Cata, Rodrigo y Finch y Sergio y Camilo intentarían el cerro Camanchaca, mientras que la Su y la Carmen, la Febe y la Chuchu, la Vale y la Maca y el Nico y yo, intentaríamos el cerro Moai.

Luego de un responsable comportamiento en el cumpleaños de la Martina, con la Cata nos vinimos a dormir a la casa, había que estar a las 8 en Macul. Suena el despertador, y con un leve retraso de 20 minutos, fuimos los últimos en llegar al Lider.

Nos separamos, el Rodrigo y el Finch partieron en sus respectivos vehículos, mientras que nosotras con la Gabi y la Cata recogeríamos al Sergio y su cordada. Ya todos/as en el auto, nos movimos hacia nuestro destino, sin antes parar en el camino a comprar pan y víveres para nuestro tardío desayuno.

Una vez en el Valle de las Arenas, el auto de la Gaby no tenía la tracción suficiente para enfrentar una parte del camino, con Sergio, le dimos más tracción al auto cargando nuestro peso sobre el capó, en una arriesgada pero adrenalínica maniobra. Superado este obstáculo, ya estábamos próximos a llegar a Choribulder, lugar donde estacionaríamos y comenzaríamos la aproximación.

Al llegar, el Nico nos estaba esperando, y nos comentó que el grupo había partido hace como 40 minutos. Comenzamos el ascenso, perdiendo en ocasiones a huella, y luego subiendo en vertical, en un punto, tuvimos contacto visual con la otra mitad del grupo donde almorzamos.

Luego de un par de horas, ya estábamos en la Pirca del Visionario y solo faltaban un par de minutos para llegar al campamento base, con la inagotable esperanza de encontrar agua.

Una vez en el sector de campamento, y sin los rayos del sol que hicieran un poco más cálida la actividad, el estero que nos iba a abastecer de agua estaba congelado, y, nuestras opciones eran bajar a una quebrada, o bien, subir a un nevero a unos 20 minutos de marcha para fundir nieve. Por suerte, una cordada que había más arriba, nos señaló un lugar donde el estero fluía.

Mientras el Nico iba a buscar agua, yo armé la carpa. El frío era cada vez más intenso y estar afuera no parecía una buena idea si se quería conservar el escaso calor corporal.

Luego de comer, coordinamos el día siguiente, el grupo del Camanchaca comenzaría su ascenso a las 6, mientras que nosotros, empezaríamos a las 4:30.

Un par de nubes le daban más dramatismo a la hermosa luna llena que nos hacía intensa compañía. Intentamos dormir, no sin sobresaltos por la incomodidad, y en mi caso, por la ansiedad que suponía transitar por primera vez en un glaciar.

A las 3:30 am suena nuestro despertador, con el Nico preparamos una granola, plátano y leche condensada (de soya, claro), esta fue la comida más contundente que tuvimos hasta varias horas después. Habíamos dejado todo listo la noche anterior, llevábamos una cuerda y tornillos por si era necesario asegurar algún paso, además de inaugurar un nuevo piolet hielero comprado por la Rama.

Luego de un pequeño retraso, emprendimos la marcha hacia el valle del mesoncito a eso de las 5 am, no hacía tanto frío, o bien, yo no lo sentía de esa forma. Nos teníamos que adentrar por la morrena ubicada al lado occidental del valle. Al comienzo de la marcha, una cordada tuvo que abandonar ya que una persona se sintió fatigada. Menos mal el Nico atinó a pedirle sus tornillos y la herramienta para hacer los Abalakov.

Luego de eso, seguimos por la Morrena hasta que otra cordada hubo de retirarse, una las personas no estaban en condiciones físicas de seguir con el ascenso. En fin, ya solo quedábamos cuatro personas. Ya al amanecer, nos encontramos en la base del glaciar, era la primera vez en el Hielo de tres de los/as cuatro montañistas. La calidad del hielo no era buena, costaba clavar los crampones y el piolet casi ni se enterraba, y, para remontar el glaciar, había que superar una pendiente de aproximadamente 40°. Frente a nuestra falta de experiencia y confianza, decidimos asegurar este paso que, por suerte, coincidió con un largo de cuerda. El Nico punteó e instaló una cuerda fija, y luego, los/as tres fuimos subiendo, casi en simultáneo. Fue un momento que nos desafío, habíamos revisado el ascenso por cuerda fija y las reuniones en el curso de técnicas invernales, teníamos los conocimientos, era el momento de ponerlos en práctica, y, entre eso, me toca probar la eficacia del Machard, me resbalé y me deslicé unos cuantos metros hacia abajo, pero gracias a la Física, no me pasó nada, más allá de probar el nudo de fricción, segunda vez que me pasa, y segunda vez que es subiendo un cerro con el Nico.

Ya superada esa parte, nos toca agarrarles confianza a los crampones, y caminar por el glaciar hasta su fin, fue 1:30 de marcha, entre asustados y maravillados por la fuerza que supone un glaciar. Cristales de Hielo que nos hablan de otro tiempo, pero que hoy en día están en riesgo, la acción antrópica y el Cambio Climático han hecho que estas primitivas fuentes de agua desaparezcan peligrosamente.

Fue un momento de mucha concentración y cuidado, pero también, un momento de maravillarnos por los colores y texturas que tienen estos gigantes guardianes de las cuencas. Ya finalizado este tramo, llegamos al portezuelo que une los cerros Moai con el Punta Chile. Eran las 12, llevábamos una jornada de más de 6 horas, solo nos separaban unos cuantos minutos y un agradable tramo por acarreo para llegar a la cumbre, nos sacamos los crampones y dejamos la mochila en el portezuelo, solo serían un par de minutos en la cumbre. Llegamos, y dos montículos de roca de casi un metro y medio de altura marcan el punto más alto del Moai. El júbilo, la emoción, la alegría, la admiración, la contemplación, son solo limitadas palabras que intentan describir la fatigosa jornada, el color del cielo, lo abrupta de la caída hacía el valle del Marmolejo, los cerros y volcanes circundantes, de este y otros valles. Desde los Picos del Barroso por el Sur, hasta el Piuquenes por el Norte, la grandeza y solemnidad eran totales. Cuatro montañistas contemplando la inmensidad de eso que nos llama.

Creo que no se trata solo de llegar a lo más alto, de conquistar una cumbre por un ego occidentalizado, creo que en esto, hay un importante ejercicio de humildad y totalidad.

Bajamos, y empezaría el descenso por el glaciar, había que confiarle la vida a los crampones, un deslizamiento, si bien no resultaría fatal, hubiese sido una desagradable experiencia.

Ya llegando a la entrada del glaciar, había que preparar los rapeles para poder descender con seguridad. Serían dos rapeles en total hasta llegar a la Morrena. Baja el Nico, Baja la Vale, y justo viene bajando una cordada desde el Punta Chile, les dije que uniéramos las cuerdas y así llegaríamos directo abajo. Una vez unidas ambas cuerdas, bajó la Macka, el Antonio (uno de la otra cordada), bajó el Nico y la Vale que habían quedado a mitad de camino esperando armar el segundo Rapel, y con Inti, bajamos en simultáneo.

A las 16:30 estábamos en la Morrena, nos demoramos bastante en la maniobra, hay que ir adquiriendo más práctica y experiencia para realizar estas maniobras con rapidez.

Empezamos a caminar, y en eso, nos damos cuenta de que faltaba la radio y ya estaba atardeciendo, sin embargo, paramos un poco a contemplar ese maravilloso show de luces y contrastes que daba el atardecer, todo esto, rodeado de una morrena y un glaciar rocos. A las 19:00 estábamos en el campamento base. El resto del grupo había bajado, habían dejado las cosas de las chiquillas en nuestra carpa. Tuvimos contacto de Rodrigo a través del InReach para saber si estábamos bien ¿Qué hacer? No teníamos certeza de que nos estaban esperando abajo, sin embargo, solo había una carpa de dos para cuatro, y, al otro día, se pronosticaba una tormenta. La decisión fue bajar, y, en el peor de los casos, montar un vivac.

A medida que íbamos bajando, la jornada se hacía mas fatigosa, mis pies estaban adoloridos por la rigidez de los zapatos de montaña, mis rodillas resentían cada paso, llevábamos más de 14 horas de marcha.

La bajada fue casi un piloto automático, con la incertidumbre de pensar de que no estarían abajo. Sin embargo, una vez en el zigzag de la bajada, vimos una patrulla recorriendo el sector. Ya en una zona de rocas, casi al lado del camino, nos indican con una luz cual era la bajada más segura.

En el fondo, estaba un poco ansioso, era Alto Maipo, era de noche, uno no sabe la voluntad y la disposición con la cual te van a esperar abajo.

Sin embargo, cuando ya estamos a escasos metros de él, nos saluda y nos pregunta amablemente sobre como veníamos. Ya en el camino, se abre su chaqueta y nos muestra un parche que tenía en su polera, decía: Rama de Montañismo de la Universidad de Chile. Había sido de la generación de los 2000, conocía a Erick, a la Wale, al Oso, etc. Nos dijo que nuestros/as compañeros/as nos estaban esperando, nos subimos a su camioneta y conversamos un poco. El es montañista, sabía que el cerro era largo y la bajada podía ser lenta y fatigosa, había estado varias veces en ese valle, lo conocía bien. A las 11 pm, después de una jornada de 18 horas, estábamos sanos y salvos con el resto del grupo.

Gracias Enrique por tu calidez, gracias compañeros/as por esperarnos, gracias Nico por tu decisión y tu voluntad de querer empujar un poquito más nuestros límites, gracias Macka y Vale por esta cumbre. Gracias por la preocupación, pero también, por compartir la felicidad que supone estar en la montaña, donde el frío, la roca y, en este caso, el hielo, son los protagonistas de una aventura cotidiana y desconocida, la del caminar.

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Sierra San Ramón Integral 2018

Salida Deportiva RAMUCH

14 al 16 de Julio

Relato: Martina M. V.

Cordadas: Cata-Martina; Gastón-Rodrigo; Pablo-Rodrigo; Seba-Lala; Vale-Pancho

Día 1

Comenzamos la ascensión al Cerro Provincia por la entrada de San Carlos de Apoquindo. El punto de encuentro fue el estadio de la Universidad Católica. Integrantes de la travesía San Ramón Manzano (6 personas) y de la travesía integral (10 personas). Una vez todos y todas reunid@s, nos dirigimos a la entrada del sendero.

Eran cercanos a las 9 de la mañana cuando empezamos a ascender el Cerro Provincia. La ascensión se llevo a cabo sin problemas y durante este primer día caminamos ambos grupos juntos. La cordada de Catalina y Martina abrieron el camino y Rodrigo y Gastón cerraban.

Paramos no mucho después a desabrigarnos y hecharnos bloqueador, el cielo prometía ser un día soleado y caluroso. Ya todos y todas list@s retomamos la caminata y seguimos hasta el alto del naranjo, deteniendonos cada cierto tiempo para no desarmar tanto el grupo.

En el alto del Naranjo nos encontramos con un perro, más parecido a un oso que perro, caminando entre la gente. Se llamaba “Yogui” según su placa y se quedó con nosotres mientras almorzamos y esperábamos a que se reuniera el grupo. Nadie tenía claro si venía con algún otro grupo o era un perro de las montañas. Más tarde resolveríamos el caso llamando a los papás de yogui quienes explicaron que el sale solo a pasear a la montaña los fines de semana y lo van a buscar cuando los guardias del parque los llaman diciendo que estaba su perro en la entrada del parque.

El grupo iba a paso firme, con algunas diferencias en la marcha pero a buen ritmo. Llegamos al Cerro Provincia (2750 msnm) casi atardeciendo y armamos nuestras carpas sin mayor dificultad. Nos llamó la atención el gran número de carpas ya cuando llegamos, pero no era una sorpresa ya que en el camino vimos a muchos grupos subir… y siguieron llegando después.

Acordamos que al día siguiente avanzaríamos separados los grupos del Manzano e Integral, pero aún así comunicaríamos por radios.

Nos fuimos a dormir, no sin antes admirar los fuegos artificiales desde las canchas de ski, que tenían preparados para nuestra llegada.

Día 2

Nosotr@s salimos del campamento a las 8:30 para comenzar con la caminata. La mayor parte de este sendero es por el filo que recorre la sierra. Comenzó la caminata con un descenso de nieve bastante agradable para caminar, y luego subimos en dirección sur por el costado oeste del cerro Tambor, próximo a ser nuestra segunda cumbre. Durante todo el camino fuimos haciendo pequeñas paradas para mantener a l@s integrantes del grupo Manzano dentro del campo visual, ya que había momentos en que la ruta no estaba del todo clara. Una de ellas la subida a la falsa cumbre.

Seguimos por el filo hasta llegar a la cumbre del cerro Tambor (2893 msnm), desde donde se alcanzaba una bellísima vista de la cordillera. Y se veía claramente el camino que nos llevaría a nuestro objetivo del día, el cerro San Ramón. Aquí decidimos esperar para reunirnos con el grupo Manzano, almorzar algo y aprender con Gastón los nombres de algunos de los muchos cerros que se podían ver desde esta cumbre y algunos que ya nos habían acompañado durante el transcurso de lo que llevábamos de la travesía.

Retomamos el descenso por el filo y seguimos el sendero rodeando laderas nevadas y con el sol acompañándonos en todo momento. Después de unas dos horas ya podíamos ver la cumbre del san Ramón, el sendero seguía bordeando laderas blancas y hubo algunas subidas más pronunciadas. El último tramo casi no tenía pendiente y ya se empezaba a divisar el campamento y el domo del san Ramón.

Finalmente llegamos a la zona de campamento y fueron llegando también l@s del grupo Manzano. A diferencia de la tarde anterior, este día tuvimos dificultad para armar las carpas. El viento soplaba muy fuerte y cualquier movimiento en falso podía romper o volar la carpa. Incluso tuvieron que quitar la nieve al lado del domo para resguardar una carpa muy alta para el viento que había. Sumándole a esto que la tierra era muy dura como para clavar las estacas comunes. Demoramos un poco más pero el campamento ya estaba armado, y en el momento perfecto para alcanzar a ver la puesta de sol en el San Ramón. Dejamos nuestras cosas en las carpas, nos abrigamos y partimos tod@s a la cumbre del San Ramón (3253 msnm). Fueron unos 30 o 40 minutos lo que nos demoramos en llegar. El paisaje era bellísimo, se veía lo que sería Santiago de no ser por las nubes, la cordillera, ya de colores rosados y naranjos por el pronto atardecer. Y también el filo que debíamos seguir a la mañana siguiente. Sacamos fotos con y del paisaje y nos sentamos (bien pegadit@s para pasar el frío) a esperar la puesta de sol.

Ya sin el calor del sol la cosa se empezó a enfriar y bajamos al campamento a descansar.

Debido al viento de esa noche. Y dado que lo que se venía al día siguiente era lo más expuesto del filo. Acordamos decidir en la mañana si es que seguíamos la ruta integral o bien bajábamos por el Manzano.

Día 3

Después de una noche muy ventosa. A las 5 am Gastón ya estaba levantado rondando las carpas preguntando si estábamos despiertos y listos para empezar a levantarnos. Aún había viento, no como el de la noche anterior, pero el suficiente como para no escuchar lo que decían en la carpa vecina. Finalmente decidimos continuar con la sierra integral. Nos abrigamos, nos pusimos los arneses, el equipo adecuado y comenzamos la ascensión por el San Ramón. En la cumbre del san Ramón ya estaba claro, se veía un día despejado aunque a nuestras espaldas se estuviera nublando de a poco.

Comenzamos la marcha por el filo que habíamos visto el día anterior. Pasado un rato tuvimos que salirnos del filo que estaba muy expuesto y Gastón armó un Rapel para descender. Pero salió la otra alternativa de descender desesclanado con crampones que nos pareció más conveniente a tod@s, solo Gastón bajó por el Rapel.

Continuamos el camino y retomamos nuestro querido filo. No volvimos a necesitar asegurarnos hasta un  paso de rocas, desde el que ya podíamos ver la cumbre norte del cerro Punta de Damas. El asunto estaba expuesto y una compañera, al bajarlo, se sintió insegura. Por lo que Catalina armó un pasamano asegurado a una piedra cerca suyo. Luego de armarlo el cruce fue más simple y cruzamos esta parte más difícil y expuesta de la ruta.

Acá estuvimos algo indecisos de si continuar por el filo o rodearlo, finalmente se rodeó y volvimos después de un pequeño desvío al permanente filo. Por aquí seguimos hasta alcanzar el Punta de Damas, con una última pendiente bien pronunciada casi llegando a la cumbre.

Alcanzamos la cumbre norte y sur del Punta de Damas (3149 msnm). Nuestra cuarta cumbre del fin de semana. Lala nos anotó en el libro cumbrero, nos abrazamos todos por cuarta vez, y continuamos hasta el Portezuelo a almorzar.

En el Portezuelo decidimos bajar por el Punta de Damas en vez de continuar con la ruta de la sierra integral. Esto por la hora, el cielo que parecía cerrarse y por diferentes motivaciones para bajar antes. Por lo que dejamos las 6 cumbres en 4 y comenzamos el descenso hacia Santiago.
Bajamos sin problemas y ya algo más cansados. Al llegar a la ladera del punta de Damas, en cada paso que dábamos llegaba la nieve hasta nuestras rodillas, por lo que nos vimos demasiado tentados a practicar el conocido y tan connotado deporte en montaña “potocross”. Y hasta un chico que estaba subiendo por el día se unió a nuestra idea y utilizo nuestros carriles ya armados. Cuando se acabo la nieve nos dimos cuenta que ya no podíamos recurrir a tal estrategia y nos levantamos para seguir el camino en dos piernas.

Continuamos sin parar hasta la corriente de agua, nos comimos las últimas raciones que nos quedaban y seguimos la marcha. Gastón y Pablo esperaron a que salieran todes, guardaron sus cosas y salieron para cerrar el grupo. Cuando llegamos al último portezuelo de la bajada, ya anocheciendo, esperamos a agruparnos. Pero no llegaron todes, faltaba una coordada. Notamos que se habían perdido y empezamos a gritar sus nombres, tres compañeros los fueron a buscar y luego de unos 40 minutos nos avisaron por radio que ya los habían encontrado. Nos reunimos, l@s recién llegados comieron algo, descansaron y continuamos con nuestras frontales bajando. Esta bajada no tuvo problemas. Caminamos jugando los desafíos mentales de Lala y Seba, compitiendo en dos grupos por quien lograba descifrarlos antes.

Llegamos al paradero donde tuvimos que correr a la micro. Nos subimos al metro y a la primera persona que vimos le preguntamos quien ganó el mundial que había sido justo ese fin de semana. Con la respuesta de que Francia eran los nuevos ganadores terminó esta salida.