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Cerro Ñipa 2018

Descripción: Trekking Cerro Ñipa

Fecha: 12 de Mayo, 2018.-

Escrito por Luis Quezada.

El cerro Ñipa se encuentra ubicado a un costado del cerro provincia, se fue por la ruta que se inicia por la entrada del parque del puente Ñilhue.

Su nombre proviene de la ñipa (Escallonia alpina), un arbusto siempre verde que crece entre los 700m y 2000m de altitud.*

Del grupo nadie había subido antes por lo que se optó por usar la ruta descargable para GPS.

El grupo inicio la ruta por el parque alrededor de las 8:50, ya que nos juntamos a las 8:00 en el metro los dominicos y nos dirigimos en auto a la entrada del parque.

El camino estuvo muy fácil, hay un cerco que se encuentra cerrado, pero no hay problemas en abrirlo y pasar, le preguntamos a la persona que cobraba las entradas si estaba marcado el sendero, no tenía conocimiento sobre la ruta, tampoco está marcado, por lo que si nunca se ha ido, es importante tener la ruta en GPS, o en otro mecanismo.

Después de avanzar por el camino se llegó al primer punto importante, siguiendo la ruta del GPS, hay que salir del camino vehicular y seguir un sendero.

Acá el camino se bifurca bastante, ya que hay muchos senderos de animales, hay algunos monolitos que marcan el camino así que hay que estar atentos, hubieron pequeños descansos, pero el primer descanso y reagrupación de la gente se hizo en este punto.

Se continuo el camino, y la segunda parada se hizo en una meseta con visión de 3 cubres  (2 falsas cumbres y la cumbre del cerro ñipa).

Después se continuo y se llegó sin novedad, alrededor de las 13:40 horas.

Regreso.

En el regreso es importante seguir la ruta del GPS, ya que aunque el camino es visible perfectamente hay muchos senderos de animales por lo que algunas personas se perdieron, pero como era de dia y no fue grave, también en la bajada como hay muchos senderos se bajo por otro lado pero el camino vehicular siempre esta visible por lo que da tranquilidad, el descenso se completó a las 17;40

http://www.andeshandbook.org/montanismo/cerro/610/Nipa

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La Campana 2018

Descripción: Trekking La Campana

Fecha: 28 de Abril, 2018.-

Escrito por Nicole Villanueva.

El día sábado 28 de Abril del 2018 estaba programada la salida al cerro la Campana por la RAMUCH. Se abrió cupo para tan solo 10 personas ya que, a pesar de ser un cerro muy popular, las características de la llegada a la cumbre no podían exceder en demasía ese número. Naturalmente, llegó el día y solo aparecimos 8 personas: Diego, José, Daniela, Catalina, otro Diego y yo: Nicole. Sebastián y Karina se nos unirían en Olmué, ya que andaban en Algarrobo. La planificación era la siguiente: estar a las 7:30am en metro Ñuble quienes pudiesen y si no, en Baquedano a las 7:45am, la mayoría optamos por Baquedano. Ahí nos esperaba un bus escolar con don Pedro al mando, pasaba la hora y ya a las 8:00am estábamos todos listos para partir. Rumbo a Olmué se dirigía el furgón saliendo de Santiago, luego de una hora ya estábamos en el pueblo de Tiltil, ad portas a nuestro destino; minutos más tarde vendrían las curvas interminables que conducen a Olmué…

Pasando el puente que estaba en reparaciones y con algunas dudas en el camino que se pudieron resolver con los transeúntes, llegamos a destino a eso de las 9:45am, nuestra meta era llegar a las 9:30am pues esa era la hora recomendada para partir desde la entrada del parque por camino andinista si se quiere hacer cumbre. Llegamos, pagamos nuestra entrada y ya a las 10:00am nos dispusimos a subir con alguna que otra instrucción. La mayoría de los participantes no nos conocíamos, pero afortunadamente contábamos con dos radios, por lo cual una la llevo Diego y la otra: el otro Diego al principio.

Mientras íbamos subiendo se dejó ver la disparidad en nuestro ritmo y con facilidad nos habíamos separado ya en casi tres grupos de personas, aun siendo tan pocos. Hicimos una leve parada, para volver a unirnos, mientras tanto Diego que iba cerrando, le tuvo que entregar la radio a Sebastián, quien se encontraba con Karina y no se sintieron muy bien con la subida. De modo que pronto nos volvimos a reunir al menos seis de nosotros, pudiendo continuar con la tranquilidad de que tendríamos noticias del resto que iba tras nuestro.

La meta ahora era llegar a la mina a las 12:00pm, pues nos dijeron que ahí se encontraba un guardaparque que solo permitiría la subida a la cumbre para las personas que llegasen a esa hora o incluso un poco más tarde. Seguíamos subiendo por una ruta bien marcada, un día despejado bajo un sol que realzaba los colores de otoño en el camino. Pasadas las 12:00pm cumplimos con el objetivo: llegábamos a la mina, (no todos aún) pero podíamos pasar y tomar un descanso, comer un poco, hidratarnos.

Claro que el guardaparque nos advirtió que nos moviéramos del mismo lugar de descanso, ya que la hora ya se había cumplido para avanzar, subimos un poco y nos dispusimos a descansar alrededor de una pareja mientras esperábamos que llegasen nuestros otros compañeros, conversamos un poco, compartimos nuestros alimentos y vimos con alegría que llegaban nuestros otros compañeros, solo quedaba al debe Sebastián y Karina, con quienes pudimos comunicarnos muy poco a través de la radio. Lo que seguía después de la mina era un camino distinto, seguía siendo curvilíneo, pero a la vez rocoso.

Llegando a la placa de Darwin nos encontraríamos luego con muchas rocas grandes, que debíamos pasar en el camino, la ruta se mostraba siempre hacia arriba, y los pasos por la roca eran un tanto expuestos. Fue ahí que nos volvimos a separar, visualmente vi como tres de mis compañeros avanzaron por delante de mí y dos de mis compañeros quedaban tras de mí, procuré entonces no perder la vista de mi compañera que estaba tras, ya que a pesar de no haber sido cordada (error fundamental de la salida) no deberíamos perder jamás el contacto visual con nuestros compañeros de montaña.

Además, el paso de las rocas no era fácil, no estaban fijas, fácilmente pisabas y encontrabas una que otra tambaleando y mirando hacia la cumbre solo veías más y más rocas. El peligro de derrumbe era evidente, no hay que subestimar jamás al cerro menos por ser popular. Me permití entonces seguir un ritmo tal que no fuese antojadizo, sino cuidadoso. La meta era ahora hacer cumbre hasta máximo las 14:00pm, pero eran las 14:00pm y aún ninguno de nosotros había llegado. Recién a eso de las 14:30pm mis primeros tres compañeros llegaron a la cumbre, estimo. Luego llegué yo a eso de las 14:45, luego mi compañera a eso de las 14:50 y finalmente llegó quien faltaba, así estábamos los seis. La vista que provee esta cumbre es sorprendente, se podían divisar un sin fin de cumbres en todos lados. Pero también entregaba una realidad muy penosa, dónde mirásemos las rocas se encontraban rayadas, como bien vaticinaba Darwin “Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”. Una lamentable verdad que quedaba en evidencia, tanta gente sobreviviendo al cambio sin inteligencia alguna…
Entre tanto, descansando por un breve lapso de tiempo -unos más que otros-, ya debíamos volver. Solo faltaba la foto cumbrera:

Una bajada dura, interminable; la subida fue solo y nada más que subir, la bajada fue lo mismo en reversa, el peso del cuerpo se posaba en las rodillas con cada paso hacia abajo: dolía. Pero bajamos prácticamente sin parar, llegando a la mina, estaba Diego esperando así que apenas lo vi le dije que bajásemos ya, y llegando finalmente a la entrada a eso de las 17:20pm, 15 minutos más tarde, llegaría el resto de nuestros compañeros.

¡Y a bajar!

Era tarde: 15:00pm, una hora de retraso, respecto de la hora tope que teníamos para estar bajando, pero el horario de invierno aplazado nos favorecía, de manera que aún habría luz a nuestra bajada.

Don Pedro nos esperaba prácticamente en la puerta del parque, con su furgón escolar, ¡Desde las 15:00 hrs.! El cansancio y la sed eran evidentes, pero también el hambre, don Pedro nos había mencionado ya, que en Tiltil habían buenas empanadas, así que a nuestro retorno a Stgo., pasando por Tiltil, paramos en una ¡feria de empanadas!, ¡a, mil pesos una empanada! Después del duro trekking, nuestro estómago merecía ser feliz de una vez. La empanada queso-carne fue la más popular, conversamos, evaluamos la salida, y nos fuimos. Fue una salida excelente, resultó todo bien, no tuvimos problemas por suerte, ni accidentes ni falta de comunicación, también por suerte. Porque la verdad es que la planificación fue rápida, y escaseaba la política de cordada; de todas maneras, nos arreglamos para ser una gran cordada en el camino. De vuelta ya en Santiago, nos despedimos y ese fue nuestro día (:

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Cerro Retumbadero Norte 2018

Segunda Salida Deportiva RAMUCH

21 y 22 de abril

Relato: Gastón Fuentes

Fotos: Rodrigo López – Pablo Corada – Gastón Fuentes

Un poco después de las 9 de la mañana nos juntamos en metro Macul para dirigirnos – con la camioneta de Finch y el furgón de Don Héctor – hacia el poblado de Lo Valdés. Estábamos los trece que intentaríamos el Retumbadero junto con los siete que harían el intento al Cerro Vega. Habíamos decidido varios días antes que no haríamos la ruta “normal” que sube directamente al filo, sino que nos internaríamos por el Cajón de Lo Valdés hasta las cercanías del refugio, donde contaríamos con agua, estaríamos con los demás compañeros, y al día siguiente ascenderíamos por la hondonada que se encuentra inmediatamente a la derecha del campamento para conectar al filo pasado el sector de las amarillas, muy cerca de donde comienzan los pasos de roca. Iniciamos la marcha juntos a mediodía,  remontando la ladera en un zigzagueante sendero que de a poco nos acercaba a las grandes y  lisas palestras ubicadas en la vertiente este del cajón.

De pronto la pendiente disminuyó abruptamente y era claro que recorreríamos una de las laderas del cajón por un buen rato, cortada de vez en cuando por una u otra quebrada. Al fondo se veía con claridad el Cerro Vega. En ese ascenso gradual acabamos a un costado del estero, donde pudimos recargar nuestras botellas y darnos un momento más holgado para almorzar cuando ya eran cerca de las 2:30 pm. El día nos acompañaba bastante, con un sol que permitía marchar con pantalones cortos, y con una suave y refrescante brisa. Un poco más allá arribamos a las vegas donde conversamos con los compañeros del otro grupo, pues a nosotros nos convenía seguir hacia el refugio del Vega, marchando uno 30 minutos más. Ellos decidieron lo mismo.

Por el sendero relativamente plano llegamos al campamento a eso de las 5 pm. Después de armar las carpas, con Ariel y Pablo subimos a explorar la hondonada para encontrar el punto donde nos montaríamos al filo al día siguiente. Nos sorprendió que después de 20 minutos subiendo, la pendiente disminuyera bastante y se podía continuar fácilmente remontando los lomajes, con una clara visión del final de la hondonada. Así, observando las distintas opciones, decidimos cuál usaríamos al día siguiente. En efecto, casi al llegar al fondo, giraríamos a la derecha y subiríamos directamente el acarreo hacia el filo. Volvimos rápidamente al campamento, donde los compañeros ya se encontraban cocinando. Allí, en plenas actividades culinarias nos dispusimos a organizar el día siguiente. El plan que ya traíamos desde Santiago, considerando el número de personas que intentarían el cerro – fue dividirnos en dos grupos. En el primero, saldría Xime, Cata, Nico, Corada, Febe, Eliseo, Ariel y yo. En el segundo, Pablo, Rodrigo, Carlos, Su y Finch. Cada grupo debía funcionar autónomamente, con su cuerda de 35 metros y 10 metros de cinta. Además, decidimos salir todos a la misma hora esperando la separación natural, volver a las 12 pm desde donde estemos  para llegar al campamento a las 5 pm e irnos a tomar el furgón y la camioneta. Con las cosas acordadas y los estómagos satisfechos, nos fuimos a dormir.

A las 3:30 am sonó el despertador. Con Ariel dejamos los panes con jamón y queso crema preparados la noche anterior. Calentamos agua y los comimos con té. A las 4:25 estábamos listos y empezamos a avisar que nos juntaríamos en cierto sector antes de partir. Hicimos un rápido recuento de lo conversado el día anterior y a las 4:40 am empezamos a marchar, aunque el último seguramente salió 10 minutos después, lo que nos dio margen inmediato para mantener la separación entre el grupo 1 y el 2.  El cielo estrellado estaba impresionante, y si bien no teníamos luna, era suficiente para mostrar los contornos de la montaña. Tras media hora caminando por la hondonada, Febe y Eliseo pasaron al segundo grupo, y con el grupo 1 íbamos a tranco firme hacia el acarreo, donde nos detuvimos a descansar unos minutos.

Seguimos caminando, ahora subiendo por el acarreo que sorprendentemente resultó ser mejor de lo esperado. En nada nos recordó al del Cerro Arenas por el que habíamos transitado tres semanas antes. Los zapatos quedaban firmemente clavados y nada de material se deslizaba, por lo que llegamos al filo mucho antes de lo previsto.  Recién eran las 6 am. Habíamos demorado 1:30 hrs. Erick nos había informado en Santiago que contempláramos dos, y como no conocíamos esta ruta, nos dimos un margen de 2:30 hrs, por eso salimos a las 4:30, para llegar al filo a las 7 y aprovechar la siguiente media hora para ordenar el equipo y montarnos en las rocas con las primeras luces. ¡Pero eran las 6 am! Como en el filo corría un viento helado, nos devolvimos unos metros para sentarnos tras unas rocas, apiñarnos y esperar. Lo mismo hizo el otro grupo unos metros más abajo. Pablo llama por radio para decirnos que Su y Finch se devolverían al campamento.

Lo pasamos re bien, entre talla y talla, y entre contemplaciones del cielo estrellado, de las estrellas fugaces, y de poderosos brillos de luz que de tanto en tanto se dejaban ver como grandes flashes a nuestro alrededor. Pasada las 7 am la luz empezó a cambiar y el filo del Retumbadero se dejó ver hermosamente tétrico. Alistamos nuestro equipo y empezamos a caminar de nuevo. Rápidamente entramos en calor y no tardamos más de 10 minutos en encontrarnos con las rocas. Me parecía maravillosa la perspectiva tan diferente al intento invernal del año pasado. Los lugares donde agarrarse eran totalmente distintos, la luz seguía cambiando pintando la roca desnuda. En un momento una gran piedra en que puse uno de mis pies se salió de su lugar y tuve que gritar fuertemente ¡piedra! Mientras esta con fuerza caía hacia uno de mis compañeros, pero los buenos reflejos del Nico lo salvaron a él y a mi conciencia. A los pocos minutos de nuevo creí tirar una roca y de nuevo grité “piedra”, sin embargo rápidamente terminé cambiando el grito a “radio”. Se me había soltado de la riñonera y caído unos cinco metros a los pies de Nico. Afortunadamente no le pasó nada (a Nico tampoco) ni se fue por alguno de los precipicios de los costados (de ahí en más la llevé en la mochila).

Fuimos turnando la apertura de la ruta. Muchas veces se dio naturalmente cuando alguien tomaba por la derecha pero la ruta más óptima seguía por la izquierda o viceversa. También nos preocupamos de ir manteniendo siempre el contacto visual con quien venía atrás. A las 9 am llegamos al punto en que tuerce hacia el suroeste y donde ya podíamos observar la cumbre, aunque bastante lejos todavía. Hacia abajo podíamos ver que venía Pablo, Rodrigo y Carlos, y manteníamos contacto radial cada cierto rato para ver cómo iban las cosas. En uno de esos contactos me señala que la Febe y Eliseo se iban a devolver o bien esperar en los primeros trepes.

Desde aquí la vista hacia el Morado, Mesón Alto, Arenas, San José y Marmolejo, ya era brutal. Además, desde este punto la exposición de la ruta aumentó y hubo que ir concentrados superando uno por uno los gendarmes, con trepes que dan hacia grandes precipicios en cada lado. En un momento, escucho a la Magda por la radio, y me demoré un par de segundos en entender que pasaba. Ella iba con Gabino en auto camino a escalar a Jabbah y llevaban radio obviamente. Después lo escucho diciendo “Ya po Gastón, ahora no pueden no hacerla”, recordándonos nuestro intento invernal del año pasado. Sin duda fue una comunicación sorpresiva. Superado el penúltimo gendarme descendimos hacia un acarreo entre aquel y la cumbre e hicimos el último trepe hasta donde – finalmente – ya no había más que subir. ¡Eran las 11:20 y los del grupo 1 habíamos llegado a la cumbre! Tan pequeña que debíamos movernos con cuidado, pero que nos dio una perspectiva tan grande de las montañas alrededor, especialmente cuando aún la nieve no cubre los distinto cordones y valles, con las diversas tonalidades que la roca ofrece. Nos abrazamos, nos sentamos a comer, conversar y contemplar el paisaje. A las 11:40 llega Pablo, Carlos y Rodrigo. Éramos 9 compañeros y compañeras en la pequeña cima. Estuvimos allí hasta las 12 pm.

E iniciamos el descenso. Prontamente tuvimos que armar un rapel para bajar uno de los gendarmes, pues la roca inestable a nuestro juicio no hacía prudente simplemente desescalarla.

Cuando bajó Ariel, Cata, Xime, Corada, Nico y yo, seguimos la marcha con la cuerda del otro grupo, de manera que si hubieses que armar alguno más, contemos con ella. Carlos, Rodrigo y Pablo entonces desmontarían el rapel y seguirían detrás de nosotros. Fuimos bajando con mucho cuidado, conscientes de que aún nos quedaba un buen trecho. Uno por uno los gendarmes iban quedando atrás, destrepando con cuidado. Hasta que nos topamos con una parte en que el filo nos pareció sumamente angosto y expuesto y no recordábamos haber pasado por allí. En realidad sí habíamos pasado por ese lugar, pero la perspectiva cambia un montón al verlo de subida o de bajada. Hicimos un pequeño traverse por la roca y luego bajamos un paso con piedras bastante sueltas. En ese momento a Corada se le suelta una grande que solamente pegó un rebote y continuó cayendo como en caída libre. Pasó muy cerca de la Xime y después a centímetros de Ariel, que desescalaba el paso siguiente sin posibilidad de moverse. Realmente en ese momento fuimos afortunados. Después nos encontramos con Febe y Eliseo que nos esperaron por varias horas, e instalamos el segundo rapel. Bajamos y empalmamos a los pocos minutos por un acarreo que nos dejó directamente en la hondonada. Pablo, Rodrigo y Carlos retirarían el rapel y bajarían con las dos cuerdas.

La mayoría arribamos al campamento como a las 5:30 y rápidamente lo desarmamos, puesto que el furgón nos esperaría a las 8 pm en Lo Valdés. De hecho, para ahorrarle tiempo a los compañeros que venían más atrás, desarmamos sus carpas, ordenamos sus sacos, de manera les fuera  mucho más rápido de lo previsto partir. Así, cada cordada empezó a bajar el Cajón de lo Valdés y llegando progresivamente al punto final, desde las 8:05 pm hasta las 9 pm. Le explicamos la situación a Don Héctor, quien no se hizo absolutamente ningún problema. Y volvimos a Santiago, tremendamente felices de que en un cerro de estas características nueve compañeros y compañeras hayamos podido pisar su cumbre y que todos nos encontremos bien de regreso en nuestros hogares.

Cordadas

Ximena Noriega – Catalina Castro

Nicolás Álamos – Pablo Corada

Eliseo Contreras – Febe Contreras

Pablo Díaz – Rodrigo López – Carlos Fuentes

Cristopher Finch – Susana Ramírez

Ariel Alvéstegui – Gastón Fuentes

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Laguna y Glaciar El Morado 2018

Descripción: Trekking Laguna y Glaciar El Morado

Fecha: 30 de Marzo, 2018.-

Escrito por Carmen Nabalón.

El día viernes santo recién pasado nos reunimos con una puntualidad casi inglesa en el punto de encuentro para partir hacia el Cajón del Maipo y poder realizar la actividad planificada. Cuando la Carmencita estuvo lista con la compra de su té, partimos a eso de las 9 de la mañana en una jornada calurosa de caminata.

Don Hernán (el tío del bus) nos dejo a una hora más de caminata (a eso de las 11) ya que el camino estaba muy malo para seguir hasta el sector de los estacionamientos, pero sirvió para calentar motores. Mientras tanto, el grupo iba conversando y conociéndose.

Nuestra caminata fue tranquila, seguida atentamente por la mirada de Chirigües, Jilgueros y Cometocinos que de vez en cuando nos tiraban sus gritos de guerra para advertirnos que nosotros éramos sólo visitantes.

A eso de las 2:40 llegamos por fin a nuestro destino: el Glaciar el Morado y la tranquila laguna que a sus pies lo acompaña en su movimiento sigiloso a través de los años. Atrás nuestro, el Cerro Unión resguardaba el lugar cual centinela de roca y tierra, vigilante del sector.

Después de un descanso para reponer pilas y llenar nuestras panzas un poco más, nos aprestamos al descenso hacia el bus que nos esperaba para llevarnos de vuelta a Santiago sin novedad, y con la promesa de volver, ojalá cuando las nieves comiencen a llegar.

(¡Gracias a Erik Orellana por los huevitos de pascua!)

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Cerro La Paloma

CERRO LA PALOMA

8,9 y 10 de DICIEMBRE DE 2017

Relato y Fotos: Gastón Fuentes Soto

Aproximación.

Éramos 16 rameros y rameras, que habíamos acordado juntarnos a las 8 en Cantagallo para partir juntos hacia el Parque Yerba Loca, sin embargo, por algún desfase horario (algo así como un atraso), salimos con ciertos minutos de diferencia respecto a la Van que llevaría a nuestros compañeros y compañeras. Lo cierto es que aproximadamente a las 11 am, luego de haber repartido las radios para mantener la comunicación entre el grupo, comenzamos la marcha bajo el fuerte sol de diciembre, morigerado a ratos por las brisas frescas que ascendían a mediodía día a lo largo del gran cajón de Yerba Loca.

Nos esperaban unas siete horas de marcha por un sendero que en sus casi 17 kilómetros, gana altitud lenta y gradualmente (sólo el escalón final rompe esta tendencia) hasta Piedra Carvajal. La marcha transcurrió por la derecha del Estero de Los Sulfatos, atravesando otros más pequeños que permitían abastecerse de agua. De telón de fondo, el Cerro Altar (aunque mayormente, el Falso Altar). Descansamos en un sector llamado los Hornitos – una hermosa vega al costado del estero – y posteriormente en La Lata, donde nos reunimos todas las cordadas. Estuvimos un buen rato ahí. Ahora nos quedaba llegar a Las Cascadas, que se descolgaban maravillosamente y en gran tamaño desde las rocas superiores. El entorno había cambiado bastante. La vegetación era mínima y el paisaje lo gobernaban las paredes escarpadas de las montañas adyacentes. Luego de cruzar el estero por las rocas, nos montamos en el escalón final para llegar a las morrenas que nos darían una inmediata vista de Piedra Carvajal.

Había bastantes carpas, pues varios grupos aprovechaban este fin de semana largo para intentar ascender la montaña. El campamento – a 3.200 m – se ubicaba el costado de una hermosa Vega que al otro lado tiene la enorme roca que le da el nombre al sector. Nos instalamos a eso de las 6 pm. Por la altura de los cordones cercanos, el sol pronto se escondería tras ellos y haría descender la temperatura. Aprovechamos de ir a buscar agua al otro lado del estero (el cual hay que saltar con bastante energía). Desde allí fue posible vislumbrar La Paloma, que junto con su enorme glaciar, se cubrían de la luz amarilla del atardecer. Me quede observándola un rato, mentalizándome – como seguramente también lo hacía mis compañeros y compañeras de la rama – para una larga y dura jornada al día siguiente.

De vuelta en las carpas, analizamos la ruta (de la cuál teníamos muy buena visión desde el lugar en que estábamos) y llenamos prudentemente nuestros estómagos. A las 8:30 o 9 pm probablemente ya estábamos todos intentando dormir, pues habíamos acordado empezar nuestra jornada a las 3:30 am.

Ascenso y Regreso.

A las 2:30 empezaron los movimientos en las carpas. Como me pareció no ver luces en todas, preferí cerciorarme de que estemos en actividad para cumplir con la hora. En eso me acerco a la carpa de Pablo y Espe, quienes me responden con preocupación que se habían despertado en ese momento, cuando les hablé. Quedaban sólo 20 minutos para salir. Decidieron empezar más tarde para no atrasar al grupo e intentar alcanzarnos en algún sector del cerro. Igual les plantié que los que estábamos listos podíamos ayudarles por último a preparar desayuno mientras arreglaba sus mochilas, pero comprendí que no les parecía correcta esa ayuda y que querían hacerse responsables de la situación en que estaban. Debo confesar que al ponerme en sus pantalones, me imagino la culpa que pudieron haber sentido, considerando que son seres que han hecho harto por la rama.

A las 3:40 am partimos en una bella y silenciosa fila de luces por el costado del estero en dirección hacia la base de los acarreos que deberíamos subir antes de montarnos en el Glaciar del Rincón. Encontramos la zona para cruzarlo, lo que hicimos uno a uno y con cuidado, debido a que las rocas estaban cubiertas de una capa hielo. Luego continuamos por las morrenas a través de una intuitiva ruta, que, con los minutos dejaba ver la silueta del Glaciar la Paloma descolgándose entre las rocas. Apagar las luces a veces daba un mejor panorama de nuestro entorno.

Nos reunimos y comenzamos a subir el acarreo, el cual en algunas partes se encontraba un tanto erosionado. Pasada la primera cuesta, empezaba a aclarar y aparecían los primeros neveros, que hacían necesario ponerse los crampones. Subimos la siguiente morrena, luego traverseamos un nevero y nos montamos en la que nos daría vista directa hacia el Glaciar del Rincón. Desde aquí el grupo se empezó a separar, asumo que principalmente por los ritmos de ese momento, o quizás las distintas aclimataciones previas, pero siempre manteniendo contacto tanto con el campamento como con el otro grupo a través de las radios.

La entrada al glaciar fue muy hermosa. Se veía pétreo, inerte, inmóvil, con suaves montículos de hielo en su superficie. Más adelante la situación cambiaba: se abría una gran extensión de penitentes que debíamos superar para salir del glaciar. No eran tan grandes, pero estaban durísimos y sin duda la quitaban fluidez a la marcha. Esto se veía compensado por la belleza de esas estructuras, tan particulares y simétricas a simple vista. Descansamos en un sector de hielo con rocas, donde nos hidratamos y comimos. En un momento sentimos un poderoso ruido de hielo bajo nuestros pies. Fue un buen recordatorio de andar siempre atento, que ese cuerpo que parecía inmóvil, en verdad está en constante movimiento. La sombra que nos acompañó en todo lo recorrido después del alba, daba paso a la potente luz del sol.

Ahora quedaba recorrer la parte superior del glaciar. Nos dimos cuenta que la salida evidente que estaba arriba, sería muy lenta con los penitentes, por lo que nos planteamos entre el grupo que íbamos adelante, rodearlos por el suelto acarreo del costado. ¡Y sí que estaba suelto! la piedra deslizaba por el hecho de encontrarse sobre el hielo. En un punto vimos una grieta, primero vertical pero que luego se introducía como una cueva en la montaña. Obviamente, subimos de forma de no quedar directamente sobre ella ante una eventual caída (aunque creo que un momento quedé exactamente en su dirección). Arriba había una especia de tapón de rocas.  Ariel decidió bordearlas cuidadosamente  por el acarreo. Por mi parte, vi que ese tapón tenía un verdadero pasillo que con unos gateos me dejaría sobre dicho tapón. Tenía un poco de hielo y había rocas malas, pero con cuidado se salía de él. Por ahí trepé. Seguimos después caminando y bordeando los penitentes y el acarreo, hasta llegar a una morrena en que la vista se abría hacia la antecumbre. Aquí descansamos un buen rato. Se sentían los 4600 metros. Quedaba un largo andar antes de montarnos al filo.

Esperamos a nuestros compañeros, indicándoles la opción del gateo y la opción del borde, misma información que transmitimos por radio al otro grupo que se encontraba en la mitad del glaciar. Nico siguió el gateo, y los demás, Rodrigo, Pablo Corada, Nico y Mati optaron por el borde. Paso a paso y con cautela sortearon esa parte.

Nuestro ritmo ya había menguado bastante. Ahora quedaba ir concentrado en los pasos, en no acelerarse más de lo debido. Eran las 11 am y aun teníamos 2 horas para llegar.

Continuamos la marcha subiendo loma tras loma de acarreo. Nuestras paradas eran más frecuentes y desde ahora parecía que primaba el hecho de ponerle harta cabeza a los que nos quedaba. Hubo ciertos momentos inyectantes. Me imagino que cada uno de nosotros los tuvo. Personalmente, se produjo cuando hacia el noreste apareció el Aconcagua. Además, el sólo hecho de imaginar la belleza del paisaje visto desde la cumbre, con todas las grandes moles en el horizonte, obligaba al cuerpo a moverse.

Llegamos al filo y la cumbre parecía cercana. De viento, sólo una brisa fresca ante ese intenso sol. Nos detuvimos con Ariel para ponernos los crampones, en el punto en que alcanzamos a otra cordada quizás de algún otro club y que habían dormido en el plateau cercano al glaciar. Al igual que nosotros, se veían cansados pero animosos. Seguimos nuestro camino nuevamente por penitentes, los cuales, a pesar de hacer la marcha lenta y agotadora, la tornaba más segura en términos de que una caída sería detenida inmediatamente.

Últimos pasos y… ¿Será la cumbre? El filo parecía seguir hacia otro punto alto a unos 100 metros de distancia, no sin antes bajar unos 40 metros. Con Ariel lo conversamos. Eran las 1:10 pm. Seguimos. Al llegar nos da la impresión que donde estuvimos era más alto. Nos quedamos un par de minutos, descansando. Esos 100 metros fueron particularmente duros. Muy pronto, aparecen Pablo Díaz, Pablo Corada, Nico y Mati en el lugar donde estuvimos con Ariel. Nos pegan un fuerte grito. El GPS de la otra cordada indicaba que esa era la cumbre. Nos devolvimos lo más rápido que pudimos (o sea muy lentamente, digamos que sumado a la altitud, es un tanto tortuoso haber pasado de largo) y allí nos abrazamos los seis. ¡RAMUCH había llegado a la Paloma! Esa hermosa montaña blanca de 4.910 visible incluso desde la ciudad. La vista que se abría ante nuestros ojos era espectacular. Cerca veíamos el Altar, el Plomo, Leonera; y a lo lejos, del Aconcagua al Risopatrón. Veíamos los grandes glaciares que cubren la zona del Olivares. Veíamos la Mina que tan de cerca los amenaza. Avisamos por radio al otro grupo que estábamos en la cumbre, instante en el cual se nos fue la batería.

Siendo un poco más de las 2 pm, era el momento de empezar a bajar. No tardamos  mucho en llegar a la antecumbre (habiéndonos juntado con Rodrigo, quién decidió esperarnos unos metros antes de la cumbre) y descender por eso acarreos  hasta  la entrada del Glaciar del Rincón. Esta vez, decidimos optar por abordarlo directamente por los penitentes, que a esa altura del día estaban más blandos, pero también más profundos. Con mucha paciencia y mentalizados en que tardaríamos en salir de ellos, nos fuimos abriendo camino. Sus formas eran bellas y su profundidad fácilmente alcanzaba el metro.

Escuchábamos las rocas desprendiéndose desde las partes superiores de los cerros, y el agua fluyendo cada vez con mayor intensidad. Al sortear los penitentes la parte del glaciar que en la mañana parecía pétrea e inmóvil, ahora parecía tener vida propia. El sol había cambiado su textura y múltiples flujos de agua escurrían sobre su superficie y bajo ella, en un intrincado laberinto que inexorablemente reunía el agua al final del glaciar, finalmente transitaba bajo un nevero y reaparecía con fuerza en el plateau.

Ya fuera del glaciar, nos juntamos con Cata, Gonzalo y Christian, lo que fue un alivio pues pudimos comunicarnos con el campamento y avisar que todo iba bien. Los neveros ya no ameritaban crampones y el estado de la nieve permitía bajar rápidamente. Una vez en el acarreo final, el Glaciar la Paloma, antes tenue, aparecía vívidamente ante nuestros ojos, depositando un enorme flujo de agua hacia el valle y de vez en cuando, arrojando rocas hacia la parte inferior.

Seguimos recorriendo las morrenas hasta el estero, que, siendo las 7:30 pm, y luego de todo un día de sol, venía bastante crecido. Pablo encontró el preciso y muy probablemente único lugar donde era posible llegar a la otra orilla. Todos cruzamos sin percance y continuamos al campamento, al que llegamos pasadas las 8 pm. Allí nos abrazamos con quienes nos esperaban. ¡Si hasta comida lista hubo en algunos casos!. El resto de lo poco de día que quedaba fue seguir comiendo, y cuando ya oscureció, mirar las estrellas.

Al día siguiente, a las 9 am y mientras desayunamos, hicimos la evaluación de la salida. Básicamente se rescató el hecho de haberse cumplido el objetivo principal, que es llegar la cumbre de la montaña, y volver bien el campamento. También el hecho de que si bien nos separamos en dos grupos, estos iban bien compactos entre sí. Como punto en contra fue que no hubo suficiente fluidez con las radios, y que una de ellas se nos descargó.

Después, como había ciertos compromisos personales de algunos compañeros, nos despedimos de los demás y partimos rumbo a los autos mirando hacia atrás constantemente, observando el cerro con otros ojos y felices de lo logrado. O más que de lo logrado, de lo vivido. ¡A preparar las siguientes aventuras!.

Cordadas: Espe / Pablo Azúa

                    Pablo Díaz / Mati

                    Nico / Pablo Corada / Isma

                    Gonzalo / Christian

                    Mane / Max

                    Cata / Magda

                    Rodrigo / Ariel / Gastón

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Provincia

Descripción: Salida Deportiva Mayo

Objetivo: Cumbre Cerro Provincia, Altitud: 2748 m IGM.

Fecha: 27 y 28 de Mayo, 2017.-

Escrito por Susana Ramírez Henríquez.

En primera instancia nuestro destino era el Cerro San Simón, con sus casi 3500 msnm de altitud, pero por razones de seguridad, debido a la inestabilidad climática tuvimos que optar por una segunda alternativa, el Cerro Provincia.

Sin duda, el Cerro Provincia es uno de los más visitados, puesto que, desde este lugar se puede apreciar la Cordillera de los Andes Central y la contaminada pero hermosa ciudad de Santiago.

Nuestro punto de encuentro fue en la entrada del Puente Ñilhue a eso de las 08.30 A.M. Un día radiante, el Sol parecía brillar más de lo común, creo que era por el entusiasmo que tenían nuestros corazones a tal desafío. El grupo estaba compuesto de 5 cordadas: Arturo y Francisco; Daniela y Valentina; Christian, Gonzalo y Juan; Nacho y Carolina; y finalmente Christopher y Yo.

Nuestro plan era comenzar por el Puente Ñilhue y luego bajar por San Carlos de Apoquindo al día siguiente. La idea era llegar a la cumbre en 6 a 7 horas a lo mucho.

Partimos nuestra travesía más tarde de lo acordado, si mal no recuerdo a eso de las 9.45. Tomamos la ladera norte del cerro, aquella que comienza con un paso de rocas y pasamanos de cadenas (el primer atisbo de lo rudo que sería el sendero). Caminamos en pendiente 1,9 km aproximadamente (ufff), hasta llegar al canal de regadío, nuestro primer descanso en donde era necesario comer y beber algo… además de aplicar el tan importante protector solar, que género muchas risas al ver el inolvidable cambio de Arturo y Christian.

Continuamos nuestro caminar entre Quiscos, el Michay y los Quillayes, y de cuando en vez, bajo la compañía del Emperador de los Andes, hasta llegar a Altos del Naranjo, donde nos esperaba el cobijo de un Quillay que corona majestuosamente el lugar. Aquí almorzamos, conversamos y admiramos durante un rato el entorno, ya que nuestro siguiente y último destino sería la Cumbre del Cerro Provincia.

El trayecto fue un tanto complejo, si bien nos esperábamos nieve y barro, no dimensionamos lo pesado que se nos haría, pero, ¡lo logramos!, entre abrazos “FELIZ CUMBRE” el sol se despedía entre azulinos- anaranjados.

Armamos el campamento lo más rápido posible antes de quedar congelados sobre el manto indemne y blanco. Algunos cenaron dentro de las carpas, otros compartieron cocinillas y abrigo para ayudar a reponerse del frío a los menos experimentados (gracias Arturo y Pancho), y el más valiente (Pancho, abrigado como hijo único) capto en su máximo esplendor aquella noche estrellada en la Cima del Provincia.

Al día siguiente nos levantamos temprano y hacer nuestro retorno a la civilización, disfrutamos de tan hermosa y salvaje vista de la cordillera de los Andes, identificando sus cumbres, riéndonos de carpas volteadas y más. Bajamos a eso de las 10.30, a paso lento pero seguro, por la ruta de San Carlos de Apoquindo, y con una nueva historia para atesorar en nuestras memorias.

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Marmolejo

Altitud: 6.108m

Ubicación: Estero Marmolejo, Región Metropolitana.

Fecha: 10 al 15 de enero, 2017.

Integrantes: Esperanza Ulloa, Valentina Moreno, Leonardo Navarro, Gabino Reginato, Pablo Azúa, Joaquín Riquelme, Ximena Noriega, Stephano Novani, Martina Monckeberg e Ignacio Villagra.

Escrito por Ignacio Villagra Doll

El Cerro Marmolejo se asomaba para muchos como un gran desafío para terminar el 2016. Finalmente, después de la aclimatación correspondiente, reuniones varias y pasar el año nuevo porteando y admirando este magnífico cerro, fuimos diez los valientes que quisimos enfrentar el seis mil metros más austral del mundo.

El punto de encuentro fue el martes 10 en el Líder de Macul. Puntualidad relativa; para muchos fue complicado escaparse más temprano del trabajo un día laboral. Igual, no importaba mucho, ya que la idea de juntarse un martes a las nueve tenía que ver con hacer más productiva la jornada del día siguiente, donde la cosa empezaba realmente.

Salimos tipo diez y media en dos autos rumbo al Cajón del Maipo. Uno de los tantos “gabinomóvil”, cargado hasta reventar, y el aperrado auto del Joaquín fueron los encargados de transportar a los diez guerreros. A las una y media ya estábamos armando carpas al costado del río Yeso, protegidos por los vehículos. Nos esperaba una dura caminata al día siguiente, había que descansar.

El acuerdo era empezar a caminar a las ocho de la mañana. Sin embargo, nuevamente la impuntualidad nos jugó una mala pasada. Ordenamos nuestras cosas, revisamos equipos y un poco de bloqueador por aquí y por allá. A las nueve, nueve y media, ya estábamos dispuestos a enfrentar la dura jornada que se avecinaba, mochila puesta y todo. Media hora después, todos a “pata pelá” cruzando el estero del Plomo.

El grupo completo estaba preparado mentalmente para una excursión de varias horas por el cajón del estero Salinillas. Lo que cuesta asimilar es el peso de las mochilas. Comida para cinco días y equipo técnico para enfrentar el día de cumbre hacían lenta pero segura nuestra marcha. Ya la conocíamos. Después de equivocarnos todo lo que quisimos para año nuevo, esta primera jornada fue más que todo física, ardua.

El día fue transcurriendo entre bonitos paisajes y mucho calor, por sobre todo. Mucha vegetación coloreaba nuestro paso, mientras que a ratos una que otra vaca se cruzaba en nuestro camino.

Cada uno asimilaba el peso como podía. Entre todos nos dábamos ánimos, ya que sabíamos que era una dura jornada. Después de unas cuantas horas caminando, nos detuvimos a almorzar un poco antes de nuestro ex campamento base, actualmente totalmente destruido por las aguas que corren cerro abajo.

El respetado Paso del Pulgar se asomaba amenazante en el horizonte. Cada uno a su ritmo, fuimos superando este duro acarreo. Sin dudas el mayor desafío del día. Como recompensa, el Marmolejo se volvía a mostrar ante nuestros ojos, completamente majestuoso.

Extenuados, seguimos nuestro camino por la ladera este del cordón recién subido, sabiendo que quedaba poco para nuestro campamento base. Luego de una hora aproximadamente, llegamos a nuestro campamento base. Explanada al centro del valle, perfecto para armar cinco carpas.

El ánimo había aumentado. Sabíamos que estábamos más cerca de la cumbre y habíamos terminado exitosamente el primer día. Después de cenar, todos a dormir. El segundo día prometía tanto como el primero.

Temprano por la mañana, ya estábamos todos en pie desayunando. Desarmamos la carpas e hicimos un pequeño depósito entre las rocas, dejando ropa y comida. Ya había consciencia grupal de que el excesivo peso en la mochilas podía ser un retraso a nuestra marcha.

Nuestro segundo día de caminata fue mucho menos arduo, pero retador de todas formas. Después de unas horas, llegamos al primer campamento, a 4300m. Solo fue una parada para comer algo e hidratarnos, ya que debíamos seguir caminando hasta el segundo campamento. Algunos sacaban provisiones que habían porteado, sabiamente, en año nuevo.

Entre el peso y la altura, parecíamos astronautas en el espacio. “Lento pero seguro”, parecía ser nuestro lema. A paso constante entre penitentes y rocas transcurrió nuestro día. Mirábamos de reojo a la cumbre, como para cerciorarnos que aún seguía ahí.

Casi sin darnos cuenta llegamos hasta el segundo campamento. Para muchos, ya era un éxito acampar a los 4900m. Si hasta yoga hicimos. No fuimos los únicos que pensamos que el Marmolejo iba a ser un gran desafío. La pequeña civilización que nos esperaba en el campamento estaba poblada por un grupo de la Federación de Andinismo (FEACH) y otros cuatro montañistas, algunos extranjeros. Nos tuvimos que instalar en las periferias, fiel a nuestro estilo.

Estábamos ansiosos. En la madrugada íbamos a intentar el ataque de cumbre. Algunos ordenamos nuestras mochilas, otros comían, los menos ya estaban descansando en sus carpas.

4 de la mañana. Hora de salir. Entre la arreglada de crampones, la puesta de arnés y uno que otro contratiempo, comenzamos a caminar recién a las cuatro y media. A las 4:45 estábamos a las orillas del imponente glaciar, listo para recibirnos. Si, lamentablemente la impuntualidad es algo que nos caracteriza.

Enfrentamos el glaciar con buen ritmo. A lo lejos, veíamos las linternas del grupo de la FEACH, juntos y encordados. Con cuidado de no tropezar con los penitentes, seguimos constante nuestra marcha. Había buen ánimo general en el grupo.

Fuimos llegando de a poco al segundo campamento alternativo. La primera parada. Casi de las últimas, venía Valentina, quién ya no podía más. Dolor de cabeza y cansancio, síntomas característicos de la puna, le impidieron continuar. Su cordada, Esperanza, insistió en bajar con ella ¡Lo que no tenemos de puntuales lo superamos en compañerismo! Como si fuera poco, Pablo, líder de expedición, decidió no arriesgarse y bajar con ellas.

Durante la evaluación de la salida de porteo al Cerro Marmolejo alguien por ahí dijo que el líder de expedición tenía que reunir varias características, además de ser un buen montañista. Pablo demostró con creces ser un excelente líder de expedición. Preocupado por todos durante las jornadas de caminata. “¿Cómo te sientes?”, preguntaba. “Acá hay agua para que saquen”, nos decía. “Voy a mirar como está el camino allá”, avisaba. Más encima, bajando preocupado por dos compañeras que no pudieron continuar hasta la cima. Tremendo.

Siete continuamos hasta la cumbre. Ya amaneciendo, nos enfilamos glaciar arriba. Nos esperaba un hielo eterno, por lo que no convenía mirar hacia arriba, por bienestar mental. En una de esas, Leonardo decide bajar. “Ya me he sentido así y prefiero bajar”, dijo. Joaquín y Martina, quienes iban a paso lento, lo acompañan en su descenso, conscientes de que quedaba mucho y no querían retrasar a los que iban más adelante.

“Espérame que voy solo”, le aviso a Gabino por radio, quién ya había dejado atrás el glaciar, a los 5500m, junto con Ximena y Stephano. Nos juntamos los cuatro restantes para seguir avanzando por un largo acarreo de arena volcánica, junto con los montañistas extranjeros antes mencionados.

Mientras que Gabino y Stephano alcanzaron al grupo de la FEACH, yo y Ximena avanzamos a pura garra y corazón. Casi como si fuera cámara lenta, avanzamos a paso de caracol, pero seguros de estar cada vez más cerca de la cumbre.

Zigzagueando por una pendiente, avanzábamos con el Volcán San José a nuestras espaldas. Un poco de té y seguía la marcha. “Levanta la mano Gabino”, le digo por radio al ver una chaqueta roja a lo lejos. Mientras, en el campamento, el grupo expectante escuchaba y preguntaba cómo íbamos por la radio.

Dale que queda poco”, me grita Diego, uno de los integrantes de la expedición FEACH, mientras me abrazaba. “¡Dale Xime!”, grito hacia abajo, en una última carga de energía. Quedaban pocos metros para la cumbre.

Después de un tramo rocoso en el final, llegamos hasta donde estaban esperando Gabino y Stephano. Los cuatro juntos, nos dirigimos hasta la cumbre a eso de las 12, 12:30. Orgullosos, nos sacamos la foto de rigor, inmortalizando el esfuerzo de todos. Debido al viento congelado que corría en la cumbre, bajamos casi de inmediato.

La bajada la hicimos rápido, admirando todo lo que habíamos recorrido. Al llegar al campamento, todos nos felicitaban. Exhaustos, tuvimos energías solo para quedarnos sentados fuera de nuestras carpas un buen rato. Comimos y relatamos nuestra experiencia ahí sentados, incapaces de movernos más.

Al día siguiente, la jornada prometía bajar unos cuantos metros. Decidimos que la idea de quedarnos en nuestro campamento base estaba descartada, por lo que optamos por dormir en el campamento base original, casi por nostalgia.

Recogimos las cosas que habíamos dejado en el campamento base, escondidas entre las rocas. Momento perfecto para tomar un buen mate, dijimos entre todos. Casi teníamos ganas de quedarnos ahí. Mientras unos se hacían masajes, otros armaban torres con las piedras. Cada quién se relaja como puede. Hasta clase de geología hubo entre medio.

Esa noche cenamos todos juntos, ya mucho más relajados por lo que había sido la expedición. La comida comunitaria fue abundante, muchos con la negativa rotunda de bajar provisiones a Santiago, debido al esfuerzo que les había significado subirla a la montaña.

La noche, el clima y las estrellas invitaban a un buen vivac. Todos estábamos más relajados. En la mañana, desayunamos tranquilamente, como quién no se quiere ir todavía. Comenzamos a bajar cerca de las 12, para llegar a a los autos durante la tarde. La expedición había llegado a su fin.

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Cerro Gloria

8, 9 y 10 de Octubre del 2016. Altitud 4479 m. IGM

Dager Borvarán y Tamara Rivera (encargados de salida)

Gastón Fuentes y Alonso Fernández

Diana Cid y Magdalena Gómez

Gabriela Anríquez y Stephano Novani

Maximiliano García y Andrés Retamal

Kevin Lee, Orlando Solís y Valentina Araneda

Elizabeth Mejías y Nicolás Villar

Martina Monckeberg e Ignacio Villagra

Arturo Alvéstegui y Ariel Alvéstegui

La salida de Octubre de la rama fue planificada hacia el Cerro Gloria, el cual queda  en la quinta Región, por el camino que va hacia el paso los Libertadores. Desde las semanas anteriores se estuvo planificando esta expedición a cargo del Dager y la Tamara. Esta fue la primera salida preparatoria para el objetivo de ir al Marmolejo a final de año.

En los entrenamientos, el Mati fue comentando que sería una salida exigente, pues el año 2012 había subido un grupo de la Rama y se hablaba de una jornada larga, de unas trece horas para llegar a la cumbre.

Bueno, llegó el sábado 8 de octubre, primer día del fin de semana largo, y nos juntamos, como de costumbre, con una puntualidad relativa a las 7:45 en Plaza Italia para comenzar esta aventura. El Stephano y la Diana se habían ofrecido como encargados de transporte, y coordinaron excelentemente los 4 autos en que partimos rumbo a Los Andes una mañana un poco nublada.

Tras un par de horas nos encontramos en el Puente el Peñón, entre el segundo y el tercer túnel luego del peaje. La descripción de la ruta que habíamos visto decía que era un poco antes, pero todos asumimos la idea que sería más allá y nos fuimos reuniendo junto al estero, mientras uno de los autos fue a dar aviso al retén del paso fronterizo.

La entrada hasta donde dejamos los autos no era tan fácil, sobre todo para los autos más bajos, que hicieron todo un rally para llegar al inicio del sendero. El esfuerzo valió la pena porque avanzamos unos 300 mt. de desnivel y varios kilómetros de un camino sinuoso de tierra hasta el fin del camino de autos, justo a un costado de algo que parecía una central hidroeléctrica a medio terminar.

Alistamos nuestras mochilas, hicimos una suerte de segundo desayuno y nos dispusimos a partir para cuando llegaran los chicos que habían ido a dar aviso. Hubo un momento de duda si acaso lograrían llegar arriba, así que fue una buena sorpresa verlos venir por la subida pedregosa.

Entre una cosa y otra empezamos a caminar como a las 12 y media, por un sendero bien marcado, justo cruzando un brazo del estero, por un planchón pequeño de nieve.  A la bajada nos percatamos que tenía solo unos pocos centímetros de espesor, pero como dice el dicho: el que nada sabe, nada teme. Continuamos por la ruta, a ratos clara y a ratos difusa por las huellas de animales. A nuestros pies se veían pasar múltiples tipos de flores y plantitas. Huilles, cilantro cordillerano y algunos bulbos daban color y un aroma agradable al mediodía.  De fondo empezábamos a ver un costado del cerro Gloria, caminando siempre al lado oeste del agua, hasta que nos aproximamos a las cascadas que caían al fondo del pequeño valle.

Ahí encontramos un lugar para cruzar, con un pequeño salto, y empezamos a buscar cuál sería la quebrada para empezar a ascender al primer portezuelo. El primer intento resultó no ser el correcto, porque la ruta terminaba de manera abrupta unos metros más allá. Esto nos dio una pausa para almorzar, mientras la Tami y el Nico fueron a la segunda cuesta, que resultó ser la indicada.

El camino subía de forma zigzagueante hasta llegar a una pequeña planicie por sobre las cascadas, por ahí continuamos por una huella más pequeña, pero indicada por algunos monolitos de piedra. Algunos manchones de nieve empezaron a aparecer a los lados, pero la temperatura estaba cálida y la nieve blanda, por lo que no necesitábamos crampones el día de hoy. Ascendiendo por la nieve vimos ya el cerro Gloria en todo su esplendo, se veía un gran macizo de roca y nieve, con algunas cascadas de hielo en su pared sur.

Ahí también pudimos observar el lugar donde haríamos el primer campamento base: era un lugar bastante llano, con espacio para todas las carpas y a resguardo de las caídas de piedras que sonaban junto al paso de los aviones cada cierto tiempo. Llegamos temprano, como a las 4 de la tarde y nos instalamos con calma, se decidió hacer un círculo con las carpas para que hacer más ambiente de grupo. Fue una armada relajada, no teníamos apuro con la hora e incluso había una pequeña vega de donde poder sacar agua fresca. Estuvimos solos en el lugar hasta que del fondo vimos llegar a dos montañistas que hicieron campamento un poco más arriba. Al día siguiente supimos que los vecinos iban rumbo a la cumbre hermana, el Glorieta.

Los encargados nos reunieron a todos para planificar la partida al día siguiente. La hora de salida se fijó a las 3 de la mañana, para alcanzar holgadamente a la cumbre antes de las 12 y de vuelta al CB con luz.

Dia 2

El segundo comenzó de manera especial, pues la mayoría de las cordadas habían fijado su despertador a las 2 de la mañana, para estar holgados y salir a las 3 de forma conjunta. Lo que pasó ese día fue inexplicable, por alguna razón el reloj de dos personas se reajustó y sonó a la una de la mañana, una hora antes que fuera necesario. Quienes habían despertado se vieron sorprendidos de ser los únicos en movimiento y empezaron a despertar a las otras cordadas. En eso se pudo escuchar el grito desde una carpa que hizo volver todo a la normalidad: “¡No son las dos, son las una de la mañana, vuelvan a dormir!”

La segunda despertada fue entonces como de costumbre, con un poco de sueño aun, todos empezaron a ponerse en pie y a preparar las mochilas y crampones para la jornada cumbrera. No había luna aquella madrugada, por lo que las únicas luces eran las de las frontales, que al estar encendidas dentro de las carpas parecían pequeñas farolas naranjas a los pies del cerro.

La caminata comenzó a las 3:30, siguiendo al Dager, que iba abriendo ruta, luego a mitad venía la Eli, con otra radio, y al final, la Tami cerrando la fila. El camino partía suave y pasamos por al lado del campamento de los vecinos, luego la ruta se metía a mano derecha por una subida larga, pero con pendiente moderada.

Tras un rato de caminata, algunas cordadas decidieron volver al campamento base. Algunos de ellos habían pasado una mala noche y no se sentían en condiciones para caminar hoy.

Una vez llegados al portezuelo, empezó a correr un fuerte viento helado, que heló especialmente la cara y las manos de los que estábamos menos preparados para el frío. Este cambio de temperatura se debía a que ya estaba por amanecer, estaban saliendo las primeras luces del alba y se empezaba a iluminar el camino hacia el cerro Gloria. El viento hacía que fuera difícil ponerse bloqueador, y algunos decidieron no sacarse los guantes por el frío… a la tarde quedaron a la vista las quemaduras del sol en sus caras. Justo cuando hicimos la pausa, una cordada se encontraba algo afectada por la altura y decidieron bajar también, esta vez llevando una radio para comunicarse.

El frío nos hizo entrar en movimiento nuevamente, esta vez el camino subía por una meseta que empezaba a rodear el cerro Gloria para ver su cara norte, donde empezaba la canaleta que llevaba a la cima cumbrera. Cuando nos dimos cuenta cuál era la canaleta, recuerdo que hubo un sentimiento generalizado de ánimo y nos dimos motivación para lo último que quedaba, pues sentíamos que quedaba poco para la cumbre.

Empezamos entonces a subir por una canaleta de aprox. 40 grados, que se sentía muy empinada. Para quienes estamos recién ingresando al montañismo -muchos habíamos hecho este año el curso básico- fue una experiencia increíble, fuimos escalando con piolet y crampones en cuatro patas. En esos momentos no podíamos no acordamos de los escaladores del entrenamiento del estadio nacional, el dolor de nuestros gemelos nos hacía dar unas pausas cada algunos metros.

Desde que llegamos al filo, ya sabíamos que todos intentaríamos llegar a la cumbre, era temprano, como las 9 de la mañana, así que seguimos adelante, a paso lento pero seguro. Además, en la subida ya se empezaron a sentir algunos síntomas del mal de altura, algunos iban un poco tambaleantes, pero el grupo no se separó mucho. Personalmente sentí un poco de presión en la cabeza en esta subida, pero al llegar a un segundo portezuelo el masticar hojas de coca sirvió para que se detuviera casi completamente.

Desde el filo ya pudimos ver tres puntas del cerro, las dos primeras eran falsas cumbres, y aunque estaban cerca unas de otras, la cumbre debía ser la última. Llegamos los doce que aun estábamos en el grupo, con un lapso de 30 minutos a la cumbre, a eso de las 10-10:30, por lo que aun teníamos tiempo para almorzar, y sacar la foto grupal con calma. La cumbre tenía una vista hermosa y despejada del valle del Aconcagua, desde allí se podía ver perfectamente el cerro Aconcagua, el Juncal, el Alto los leones y la Paloma, entre otros. También dejamos un testimonio de la subida en la caja cumbrera (metálica y se abría con desatornillador).

Empezamos a bajar después de como unos 45 minutos, todos un poco más descansados. Del filo hacia la canaleta estaba sencillo y la nieve estaba firme, sin embargo, al llegar a la canaleta, el descenso se veía bastante empinado y los encargados de salida decidieron que sería mejor bajar ayudados de una cuerda. En primer lugar hicimos en conjunto una “seta de nieve”, que permitía poner una cuerda para bajar haciendo un rapel de vieja escuela (con la cuerda pasando por los brazos abiertos). Luego, en vista de todo el trabajo que implicaba hacer varias setas, se decidió hacer reuniones con piolets, mosquetones y cordines, así fuimos bajando de a uno hasta el final de la cuerda, donde nos agrupábamos y algunos volvían a hacer la reunión para continuar el descenso. Hicimos esto  tres veces, hasta el comienzo de la canaleta, que se unía a un acarreo pequeño. Hacia calor y nos empezábamos a quemar por el sol y el reflejo en la nieve, por lo que esta parte de la bajada se hizo especialmente larga.

Estábamos ya en el descenso de la última cuerda, cuando vimos a los vecinos subir al cerro Glorieta. En un momento nos preocupamos de que estuviesen subiendo recién a mediodía, pero nuestra preocupación desapareció cuando vimos que, en tan solo pocos minutos, habían subido directamente por una pendiente hasta la cumbre. Quedamos sorprendidos en ese momento y sobre todo cuando en la bajada nos alcanzaron con una rápida y hábil técnica de potocross -potoski decían ellos- que los llevó casi directamente a su campamento.

El regreso después se hizo rápido, la nieve estaba un poco más blanda pero valía la pena seguir con crampones. Algunos iban un poco insolados o con síntomas de mal de altura, lo que puede servir para explicar la caída del casco del Gastón, cuando lo dejo apoyado sobre la nieve y cayó muchos metros hacia abajo, por suerte no lejos de donde seguía la ruta.

Llegamos aproximadamente a las 3:30 al campamento base, todos sanos y salvos, a dormir, hidratarnos bien y cocinar. Los que habían bajado antes ya se sentían mejor y nos propusimos salir al día siguiente a las 8.

Día 3

Nos levantamos a eso de las 6:30, dejamos todo limpio, y bajamos a eso de las 8:30 hacia los autos, eso si antes tomamos una foto de grupo con un pie arriba para mostrar nuestra energía.

En el comienzo usamos crampones porque la nieve seguía algo dura, y luego pasamos por la cascada, que formaba una pared de hielo muy bonita y encontramos una cruzada por la nieve, para no tener que saltar nuevamente el riachuelo.

El descenso se hizo rápido, en dos horas estábamos ya en los autos, y el Dager y Andres se adelantaron para avisar de nuevo en el retén que habíamos vuelto.

Bajamos juntos a un puesto de empanadas a hacer el análisis (ya no evaluación) de lo que había sido esta ascensión. La salida se evaluó muy bien, sobre todo por el ambiente de grupo y las buenas decisiones de bajar como cordada, en el caso de quienes se sintieron mal. También se felicitó la unión durante la caminata, a los miembros del curso básico y a los encargados de transporte. Creo que para todos fue un muy buen fin de semana largo, de esos que nadie sabe muy bien por qué fueron feriados, pero que se disfrutó al máximo y nos dio la posibilidad de ir al Cerro Gloria.

Fin del Relato.

Relato: Ariel Alvéstegui

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Leonera – Punta Hermandad

4954-4930

17-18 diciembre 2016

Escrito por Valentina Moreno

Encargado salida: Gabino Reginato

Encargado transporte: Ariel Alvéstagui

Fotos: Gastón Fuentes ,Gabino Reginato y Leonardo Navarro

Esta salida fue la segunda programada como preparación para la ascensión al cerro Marmolejo, luego del cerro Pintor.

Sábado 17:
Ariel coordinó el transporte para quienes fuimos en bus, nos juntamos en Baquedano a las 8:00 para salir tipo 8:30 hacia la Parva, donde nos reunimos con el resto del grupo a las  11:00 aproximadamente, junto al andarivel el Águila.

Parte del grupo tomó la telesilla y el resto partió caminando hacia el próximo punto de encuentro que acordamos, junto al refugio a los pies del Cerro Pintor. Alrededor de las 14:00 llegaron los últimos a este punto de encuentro, donde descansamos, comimos para recuperar fuerzas, algunos tomaron una pequeña siesta y luego a las 15:00 hrs. continuamos la ruta para hacer el último tramo hasta el campamento, el cual se estableció en el desvío hacia la cubre del Cerro Pintor.

En un comienzo pensamos llegar hasta cancha de carrera para dormir, pero la idea se descartó ya que el objetivo era dormir a la mayor altura posible, además la bajada hacia cancha de carrera implicaba luego subir ese tramo con la carga al día siguiente.

A las 16:30 comenzamos a armar campamento y algunos comenzaron a cocinar de inmediato. Parte del grupo sintió los efectos de la puna poco después de llegar y se quedaron en reposo atentos a los síntomas para evaluar si podrían seguir con la ruta al día siguiente.

Pamela y Emilio llevaron equipo para hacer una clase recordatoria de algunas técnicas de auto-detención con piolet, nudos y anclajes en nieve para los interesados. Luego nos dedicamos a cocinar quienes no habían comido aún y a derretir nieve para tener agua el próximo día. Quienes todavía sentían malestar por la altura decidieron quedarse en el campamento  y no hacer cumbre, para bajar y recuperarse. Cuando comenzó a oscurecer rápidamente disminuyó la temperatura y nos refugiamos en las carpas para dormir antes de la salida para intentar hacer cumbre, programada a las 5:00 am.

Domingo 18:

Los primeros despertadores sonaron a las 4:20, y a las 5:00 am salimos al ataque del Cerro Leonera. Se programó alcanzar la cumbre a las 11:00 y estar de vuelta a más tardar a las 15:00 para desarmar el campamento.

Atravesamos cancha de carrera con las linternas frontales y pronto nos encaramamos  sobre el filo rocoso que se dirige hacia el oeste, a medio camino comenzó a amanecer. En un comienzo el grupo fue algo distanciado pero luego de la primera parada se  cohesiono, lo que se mantuvo durante el resto de la ruta. La velocidad de avance bajó considerablemente al tomar altura haciéndose sentir el efecto de la falta de oxigeno, por lo que hicimos paradas reiteradas, con el objetivo de hidratarnos, recuperar aliento, mantenernos juntos y chequear el estado de cada uno de los que íbamos en la ruta.

A las 10:30 llegamos al último punto antes de la cumbre de Leonera donde algunos se sintieron mal y decidieron no continuar. Se propuso para quienes quisieran, ir a la cumbre vecina del cerro Punta hermandad a unos 40 minutos de camino, por lo que nos dividimos y cada grupo se dirigió a su destino. Cada equipo quedó con una radio y acordamos reunirnos nuevamente en el campamento.

Las cumbres fueron alcanzadas puntualmente a la hora programada y desde las respectivas cumbres nos divisamos los distintos grupos.

Llegamos de vuelta al campamento bastante dispersos entre las 14:00 y 15:00 hrs, desarmamos carpas, armamos mochilas y rápidamente bajamos para alcanzar el bus. A las 18:00 hrs ya estábamos todos en la Parva donde nos reunimos con el resto del grupo, quienes habían tenido problema de mal de altura nos contaron que habían amanecido mucho mejor y ya se encontraban en muy buenas condiciones.

Hicimos una pequeña reunión de recuento, donde se destacó la buena voluntad de Pamela y Emilio por la clase realizada la tarde anterior, también se valoró la responsabilidad de quienes decidieron no intentar cumbre tras los síntomas de la Puna y el compromiso y buena disposición de quienes acompañaron a sus cordadas que decidieron no subir. Nos despedimos y regresamos a Santiago, el bus llegó a las 20:00 hrs a Baquedano.

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Pintor

Salida Cerro Pintor 3 diciembre 2016 – cuando la Parva fue un pequeño Everest

Al igual que otras salidas de la Rama, ésta comenzó con la tarea no menor de coordinar el transporte para un grupo de 35 Rameros y el desafío de cumplir estrictamente los horarios, ya que la mayor parte del grupo subiría sin andariveles, además de ser el primer cuatro mil para varios y finalmente tener hora de regreso a los autos a las 18.00 hrs, ya que el transporte nos esperaría hasta esa hora. Aquí fue esencial la motivación de la Dani Torrealba, que en forma espontánea se movió con toda esta labor.
Así fue, que el día sábado 3 de diciembre, alrededor de las 8:20 hrs. de la mañana, partimos del tradicional punto de encuentro en Baquedano una Van y dos vehículos con dirección a la Parva. Al otro lado del río Mapocho, partía 20 minutos más tarde un auto arrendado, para luego de una breve parada en escuela militar, a objeto de recoger a nuestro compañero Novani, continuar con igual destino.
Alrededor de las 9.40 am, ya había llegado el primer grupo a la base de las telesillas y el último vehículo a eso de las 10.30, doscientos metros más abajo hasta donde le dio la fuerza al motor.
Este retraso de cerca de una hora, sabíamos, haría más exigente todo lo que se venía de jornada. El tiempo de espera sin embargo fue muy bien aprovechado, ya que los más experimentados organizaron a los dos grupos que subirían. El primer grupo de 6 Rameros, Carmen Sanhueza, Erick Orellana, Ignacio Sánchez, Vivían Rocca, Elizabeth Contreras, Nicole Villanueva, subirían en telesilla hasta la caseta superior del andarivel Las Águilas. De allí seguirían avanzando lo más posible para ganar tiempo, hasta el refugio a los pies del cerro la Parva para esperar al resto del grupo. En el segundo grupo, abriría la ruta Pablo “AzuKar” y cerrando Christian Ponce, ambos conectados por radio. Estos 31 Rameros haríamos el trayecto completo a pie, por lo que a penas llegamos los cincos últimos, rápidamente nos integramos y comenzó el trekking hacia la laguna Piuquenes. En la subida con Emilio Torres, nos ofrecimos a ayudar a Christian en la labor de cerrar la ruta, por lo que desde el final de la columna de montañistas veíamos ascender a nuestro grupo muy compacto.
Al llegar a la laguna nos encontramos con el último Ramero del grupo, que en una muestra de que todo es posible y que no hay límites cuando hay motivación, había llegado con la bicicleta desde Santiago hasta la Laguna Piuquenes (historia digna de un relato de su propio autor).
En este punto no sólo encontramos al Leo, Sherpa -MOUNSTRUOO (como lo llamarían en el resto del ascenso), sino que también a 500 corredores de trail runnnig, de las más diversas edades y condiciones físicas que subían y bajaban por todas las laderas de los cerros, desde y hacia la falsa Parva. Lo que alguien había comentado por WhatsApp mientras veníamos en los autos y que entonces nos pareció un tanto chistoso, ahora era una realidad.
El ascenso a ratos era dificultoso, entre dejar pasar a quienes bajaban y adelantar a quienes subían más lento para no perder la cohesión de nuestro grupo – a estas alturas repartido entre un sin número de camisetas lilas numeradas. Esta imagen sin duda recordaba, las largas filas ascendiendo por el escalón Hillary. Por supuesto, la diferencia era enorme!!! Nosotros teníamos un día soleado, poco o nada de viento, ocho grados sobre cero y unas amplias laderas que permitían salir del camino cuando el cuello de botella no dejaba avanzar. Esta diferencia era fundamental porque lo anecdótico y agradable de encontrarse con gente muy amena en esas circunstancias podría haber sido una dura experiencia.

Todo el grupo al llegar a la falsa Parva esperó para partir a los que veníamos cerrando. En una decisión conjunta, unánime y rápida todos los que veníamos llegando preferimos parar lo mínimo, solo para tomar agua y así no arriesgar la posibilidad de cumbre para el grupo. Una vez superada la Parva dejamos atrás a todos los corredores y avanzamos más tranquilamente por una zona que si bien no presenta mucha pendiente, ya comienza a darnos indicios de que nos encontramos por cerca de los 4000 metros de altura.
Nuestra última pausa grupal es en el refugio a los pies del cerro la Parva, sabemos que vamos a buena hora, ya que los esfuerzos nos han permitido disminuir los atrasos. Verificamos que no falte nadie del grupo antes de retomar la última parte de la ruta. Vemos que SI falta un compañero, salió de la ruta un momento, afortunadamente se reintegra rápidamente, pero igual insistimos en la importancia de avisar siempre a los que cierran.
Nuestra hora máxima de cumbre es las 14.30 y límite de descenso las 15.00 hrs. Son las 13.40 y nos quedan las últimas subidas, menos de 400 metros de desnivel. Ya se ve más cerca la cumbre, casi a nuestro alcance, pero es aquí precisamente, donde los efectos de la altura nos hacen cada paso más difícil.
Al llegar prácticamente a la última subida hacia la cumbre, pasados los 4000 metros, encontramos a Erick y a Vivían. Un dolor de cabeza ha hecho a Erick detenerse por precaución. Acordamos esperarlos. Leo los motiva: “Si yo llegué hasta acá así, demás usted llegan!”. Pero pasados los minutos, las molestias siguen, comprendemos que la decisión de Erick es la más prudente y continuamos.
Alrededor de las 14.30 Pablo Azúa, Ximena Noriega y Stephano Novani llegan a la cima del Pintor.
Cerrando la ruta, a escasos 100 metros de desnivel de la cumbre encontramos a Gonzalo, que nos dice que no sigue. Leo explica técnicas de respiración, otros damos consejos de marcha y Gonzalo da toda su motivación a full para llegar a las 14.55 hrs. a los 4.220 m.s.n.m. Su primer cuatro mil!!!
Esto hace la cumbre más especial y bella que nunca, el compañerismo, la motivación, los mensajes al Ramero “Pantani” atropellado días previos, las nubes, el color del cielo, todo!!!

La bajada es perfecta con los horarios, tanto que un grupo alcanza a hacer su segunda cumbre en la Parva, nos reorganizamos rápidamente con la apertura, cierre de la ruta y punto de encuentro y todos llegamos a los autos puntualmente a las 18.00 hrs. El primero en llegar es el Leo, a quien lo vimos pasar Flash por los senderos.

a evaluación la hacemos antes de subir a los autos para no retrasar el transporte, balance positivo en esta salida de aclimatación para los próximos desafíos. Partimos todos juntos, largo viaje de regreso de Paz Soto, Sebastián Silva, Gastón Fuentes y Ximena Noriega que terminaron en una vulcanización hasta bien avanzada la noche. Nosotros que llegamos más tarde a la subida, para compensar, nos sacrificamos por todos y para no romper la tradición Ramuch, pasamos a la Ermita a castigarnos con unas empanaditas.

Foto principal: En la cumbre del Pintor
1) Gonzalo Román – 2) Gastón Fuentes Soto- 3) Leonardo Navarro – 4) Rodrigo Parra
Salamanca – 5) Vivían Rocca – 6) Carlos Fuentes F. – 7) Elizabeth Contreras -8) Catalina
Moya -9) Ignacio Sánchez -10) Stephano Novani – 11) Erik Orellana – 12) María
Esperanza Ulloa -13) Pamela Norambuena – 14) Emilio Torres – 15) Christian Ponce – 16)
Alejandro Sánchez – 17) Pablo Azúa – 18) Carmen Sanhueza – 19) Joaquín Riquelme –
20) Juan Francisco Ruiz – 21) Daniela Torrealba Arregui – 22) Carlos Vicens – 23) Ignacio
Villagra – 24) Catalina Castro – 25) Nicole Villanueva – 26) Fernanda Vicens – 27)
Valentina Moreno – 28) Ignacio Salas Molina – 29) Sebastián Silva – 30)Paz Soto – 31)
Ximena Noriega – 32) Pablo Díaz – 33)…-34)…35)….36)…37)…38)…